La mala ortografía tiene un tremendo poder
descalificador social, afirma el actual titular de la Academia Nacional de
Educación, Pedro L. Barcia, que fue presidente de la Academia Argentina de
Letras durante diez años.
Entrevistado -junto a varios gramáticos de nota- por
Daniela Blanco, de Infobae, Barcia añade: “La inclusión social comienza por
el lenguaje, y si usted es un disminuido verbal para expresarse es un ciudadano
de segunda”.
Ya en 1999 decía María Elena Walsh que “(…) la
indigencia de lenguaje, como resultado del desbarajuste educativo, determina
que el vocabulario de los jóvenes se reduzca a una decena de palabras amputadas”.
Y añadía: “No están muertos, o no los han matado
todavía, pero su elocución es de moribundos, un balbuceo terminal”.
El trabajo de Daniela Blanco, de rigurosa actualidad,
no tiene desperdicio. Hay que leerlo de cabo a rabo. Por eso lo transcribimos
al pie de la letra, con la tranquilidad de saber que nuestra prédica a favor del uso correcto del
idioma español, tan maltratado, sobre todo en los medios audiovisuales -¡aunque
parezca mentira!-, no es una manía, o un capricho, o un caballito de batalla
Es una preocupación, cada vez más grande, que se debe
a algo incomprensible, indignante, tanto más cuanto que, como también observaba
María Elena Walsh, los desposeídos de la fortuna, los campesinos, las gentes
humildes suelen expresarse con toda corrección, se saben de memoria lo que
tienen que comunicar y lo comunican perfectamente, por lo cual nadie deja de
entenderlos. Muchos porque son provincianos o procedentes de países
hispanohablantes, otros disfrutaron de una excelente enseñanza primaria.
“El desmadre lingüistico procede de gente
relativamente educada, en general de clase media, que discursea sin sospechar
hasta dónde es predador del idioma”, recordaba la inteligente escritora, compositora y
cantante argentina.
© J. L. A. F.
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