Jamás vimos navegar nuestras ilusiones infantiles en
un barquito de papel que surcara el agua
de una fuente, en un jardín, o en un un charco de la calle. Tampoco
mandamos nuestros sueños al espacio en un avioncito de papel. Es que uno no supo
nunca hacer barquitos ni avioncitos de papel.
Uno tiene muy poca habilidad manual, es decir,
ninguna. Un amigo estadounidense nos dijo que eramos “all thumbs”, unos
manazas. A los que son hábiles con las manos se los llama manitas. Quizás uno
prefiera el aumentativo al diminutivo,
después de todo.
El Barquito Café-Bar es un simpàtico establecimiento
situado en la Avenida Miguel Cano, 7, de Marbella, en el corazón de la Costa
del Sol andaluza, en el sur de España. Allí, además de café, sirven tapas, que
es lo suyo, y también dan de comer formalmente. Van, entre otras
personalidades, Amelia Pérez de Castro, que fue compañera mía en la agencia
española de noticias EFE y se pasa la vida en la Costa del Sol.
Pero nunca hasta ahora había visto un barquito de
papel en una taza de café: varado, para ser exactos, en una taza de café, lo
cual le sorprende a uno, y hasta le inquieta un poco.
¿Quién habrá hecho el barquito? ¿Por qué lo habrá
depositado en la taza, sobre el café que no quiso beber? ¿Acaso porque se
enfadó con alguien y decidió no tomarse la taza de café y dejar además sabe
Dios qué clase de mensaje?
Mejor gesto que el de dar un puñetazo en la mesa. Buena
ocasión, también, para que ese fotógrafo que siempre está ahí captara una
composición nada común: una taza de café con un barquito de papel flotando en
su oscura superficie.
¿Algo se anula? ¿Algo se adorna?
- ¿Café con leche, señor, o cortado?
- No, con un barquito de papel.
- ¡Pero…!
- Está bien, tráigame un papel, que yo haré el
barquito.
- ¿Y…?
- Después puede usted hacer lo que quiera con la taza
de café y el barquito.
- Señor, es usted un original.
- No, es que estoy aburrido de todo.
- ¿No será que ella…?
- ¡Calle, calle usted, hombre de Dios…!
El barquito naufragará en cuanto se empape de café.
Pero ya nada será igual.
¡Y pensar que todo empezó porque a alguien se le
ocurrió hacer un barquito de papel y meterlo en una taza de café…!
© José Luis Alvarez Fermosel
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