Conozco a Miguel Vendramín desde hace
muchos años, y sé de su seriedad, de cómo lleva de bien su carrera
periodística, durante la cual se destacó como articulista y crítico de libros,
especializándose en producción de televisión.
Sé también de su gusto por los libros y la
lectura. El dice de sí mismo que es un lector “omnívoro”.
Al igual que muchos de nosotros, Vendramín
pasó sin darse cuenta del periodismo a la literatura.
Además de leer, de conservar sus libros
ordenados como granaderos en los anaqueles de su biblioteca –supongo, hace
mucho tiempo que no lo veo-, un día se le ocurrió la idea de ir agavillando
cuentos de autores muy conocidos en Argentina, y en todo el mundo, para solaz
de la grey lectora.
Así surgieron “A orillas del cielo y el
infierno” (2008), “Los diez mejores cuentos de Navidad” (Planeta, 2010), “El
libro de las casas encantadas” (Emecé 2013) y “La marca del crimen” (Planeta,
2014).
A Vendramín le gusta, y le va muy bien
este trabajo de buscar, encontrar, recopilar y comentar con las palabras
justas, y por tanto con un estilo claro, limpio y de fácil lectura los cuentos
que elige para sus antologías, entre los cuales suele haber siempre uno, o
varios policiales.
Policiales son las doce narraciones breves
incluídas en “La marca del crimen”, que acaba de salir a la luz (Hay una
edición disponible en eBook).
Figuran en este trabajo impecable, muy
bien editado por Planeta, cultores del género tan famosos como Edgar Allan Poe,
Arthur Conan Doyle, Robert Louis Stevenson y algunos locales, entre ellos Luisa
Mercedes Levinson, Roberto Arlt y Adolfo Pérez Zelaschi, por cuya obra yo
siento una profunda admiración
Además de la selección, a Miguel Vendramín
se le debe el prólogo de “La marca del crimen”, uno de cuyos párrafos merece la
pena transcribirse al pie de la letra, tanto más cuante que coincidimos
totalmente con el pensamiento que recogen esas líneas. En general, coincidimos
con Vendramín en todo cuanto a literatura se refiere.
Dice Miguel Vendramín: “Los doce
cuentos reunidos en esta antología buscan ser un buen pretexto para leer cuando
cae la tarde o en el silencio y sosiego de la alta noche, antes de aventurarnos
en ese mundo de ensueños y pesadillas que precede al despertar de cada día, la
vida cotidiana, ‘ese sueño compartido’, como algunas veces escribió Jorge Luis
Borges”.
© José Luis Alvarez Fermosel
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