martes, 11 de marzo de 2014

El reloj del espía



Al agente secreto Bernard Samson no le parecía estar mal presentado con su barato traje de fibra, su camisa arrugada y luciendo un reloj japonés de plástico en aquella reunión con varios de sus jefes, todos vestidos por sastres de Savile Row (1) y con caros y sofisticados relojes suizos o alemanes.
Nos lo cuenta en una de las novelas de sus -a veces confusas- trilogías el escritor británico Len Deighton.
El telón de fondo es el surgimiento de un neonazismo que deriva de la unión de los antiguos nazis y los nuevos nazis, que a veces son los mismos, en la Europa de los años 60.
Los alemanes, otra vez opulentos y orgullosos, piden cuentas a sus vencedores y tienen algún sueño de grandeza que trae malos recuerdos.
Además de Leighton tocan el tema los también escritores británicos John Le Carré con su Smiley, Frederick Forsyth en Odessa y la misma Agatha Christie- ya muy mayor- en Pasajero para Frankfurt, por no citar sino sólo a tres grandes maestros de la  intriga y el suspenso.
Eran los tiempos en que Gran Bretaña decaía a ojos vistas, sacándole todo el partido que podía a la exportación de los Beatles y la minifalda.
Se empecinaba en conservar un “look” de señorío, pero mendigaba  su ingreso en el Mercado Común.
Britannia rule the wawes, grita el famoso himno. Britania sólo tenía entonces poder y fuerzas para subsistir en la mediocridad.
Len Deighton, el creador de Bernard Samson, es un historiador militar, crítico gastronómico, publicitario, dibujante, productor de cine y escritor que se hizo famoso con su novela de espías Ipcress, llevada exitosamente al cine con Michael Caine como protagonista.
Su primera trilogía de Bernard Samson dio origen a una serie de televisión en 1988.
Me referí al principio a Samson y después me fui por otro camino, pues lo que yo quería en realidad era escribir algo sobre relojes y personas a partir del reloj japones de plástico del espía, después de haber visto a un señor en la avenida Córdoba de Buenos Aires que no tenía reloj, por lo cual tuvo que pedirle la hora a unas personas agrupadas en una parada de autobús.
La pidió poco menos que como Inglaterra pedía su entrada en el Mercado Común. Eso fue lo que me llamó la atención. Porque el señor tenía buen aspecto. Y, como Samson, vestía un traje de fibra que, no estaría hecho en Savile Row, pero arrugado y todo no se veía mal.
Todos tenían reloj. Muchos, quizás, uno japonés de plástico, que son los que más se llevan, porque son los más baratos.
Aquel señor no tenía reloj, ni de plástico, ni de ningún otro material, ni japonés ni de ninguna otra nacionalidad.
Ya no tengo tiempo de escribir algo sobre él.

(1) Calle de Mayfair –en el centro de Londres-, principalmente conocida por las tradicionales  y lujosas sastrerías a medida para caballeros.

© José Luis Alvarez Fermosel

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