Al agente secreto Bernard Samson no le
parecía estar mal presentado con su barato traje de fibra, su camisa arrugada y
luciendo un reloj japonés de plástico en aquella reunión con varios de sus
jefes, todos vestidos por sastres de Savile Row (1) y con caros y sofisticados
relojes suizos o alemanes.
Nos lo cuenta en una de las novelas de sus
-a veces confusas- trilogías el escritor británico Len Deighton.
El telón de fondo es el surgimiento de un
neonazismo que deriva de la unión de los antiguos nazis y los nuevos nazis, que
a veces son los mismos, en la Europa de los años 60.
Los alemanes, otra vez opulentos y
orgullosos, piden cuentas a sus vencedores y tienen algún sueño de grandeza que
trae malos recuerdos.
Además de Leighton tocan el tema los
también escritores británicos John Le Carré con su Smiley, Frederick Forsyth en
Odessa y la misma Agatha Christie- ya muy mayor- en Pasajero para
Frankfurt, por no citar sino sólo a tres grandes maestros de la intriga y el suspenso.
Eran los tiempos en que Gran Bretaña
decaía a ojos vistas, sacándole todo el partido que podía a la exportación de
los Beatles y la minifalda.
Se empecinaba en conservar un “look” de
señorío, pero mendigaba su ingreso en el
Mercado Común.
Britannia rule the wawes,
grita el famoso himno. Britania sólo tenía entonces poder y fuerzas para
subsistir en la mediocridad.
Len Deighton, el creador de Bernard
Samson, es un historiador militar, crítico gastronómico, publicitario,
dibujante, productor de cine y escritor que se hizo famoso con su novela de
espías Ipcress, llevada exitosamente al cine con Michael Caine como
protagonista.
Su primera trilogía de Bernard Samson dio
origen a una serie de televisión en 1988.
Me referí al principio a Samson y después
me fui por otro camino, pues lo que yo quería en realidad era escribir algo
sobre relojes y personas a partir del reloj japones de plástico del espía,
después de haber visto a un señor en la avenida Córdoba de Buenos Aires que no
tenía reloj, por lo cual tuvo que pedirle la hora a unas personas agrupadas en
una parada de autobús.
La pidió poco menos que como Inglaterra
pedía su entrada en el Mercado Común. Eso fue lo que me llamó la atención.
Porque el señor tenía buen aspecto. Y, como Samson, vestía un traje de fibra
que, no estaría hecho en Savile Row, pero arrugado y todo no se veía mal.
Todos tenían reloj. Muchos, quizás, uno
japonés de plástico, que son los que más se llevan, porque son los más baratos.
Aquel señor no tenía reloj, ni de
plástico, ni de ningún otro material, ni japonés ni de ninguna otra
nacionalidad.
Ya no tengo tiempo de escribir algo sobre
él.
(1) Calle de Mayfair –en el centro de
Londres-, principalmente conocida por las tradicionales y lujosas sastrerías a medida para
caballeros.
© José Luis Alvarez Fermosel
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