Acaba de
aparecer en estos días una nueva edición de Diario de un extranjero en París
del escritor italiano Curzio Malaparte, que cubre los años 1947 y 1948 de la
apasionante vida del autor y es “un diario, una crónica, un relato, un
recuerdo, una historia…”, como el mismo Malaparte dice en un esbozo de prólogo.
El libro está editado por Tusquets en su colección Andanzas, mide 23 por 15
centímetros y tiene 250 páginas. No le faltan la característica brillantez y
amenidad presentes en todas las obras de Curzio Malaparte.
Curzio
Malaparte se llamaba en realidad Kurt Suckert. El nombre exótico y duro de
Kurt, que es, como Erik, el nombre de una deidad vikinga, constituyó la primera
sorpresa, y la primera dificultad que Malaparte causó inconscientemente a los
pratenses, o habitantes de Prato, la ciudad de la Toscana itálica donde nació
el escritor, el 9 de junio de 1898, de madre italiana -lombarda, por más señas-,
Evelina Perelli, una mujer de extraordinaria belleza, y de Erwin Suckert, un
aventurero alemán de Sajonia que después de haber vagabundeado por toda Europa,
tratando de vender una receta de su invención para teñir telas, se estableció
en Prato.
Curte, o
Curtino, como se llamó enseguida a Malaparte mantuvo con su padre una relación
tormentosa. Durante los últimos años de su vida, el viejo Suckert vivió en la
casa de su hijo, en el Forte dei Marmi. Rondaba por allí como un fantasma,
fuerte aún, testarudo, irascible, caprichoso. Murió en el Hospital de Viareggio
a los 90 años, cuando su hijo, recién regresado de China, estaba internado en
una clínica de Roma, gravemente enfermo. La madre de Malaparte había muerto
mucho antes, todavía joven.
Malaparte
fue un niño inquieto, imaginativo, amante de los perros -Febo y León fueron los
primeros que tuvo-, a quien gustaba mucho andar en bicicleta. Se educó en el prestigioso
Colegio Cicognini.
En su
adolescencia faltan las mujeres, lo cual no es un hecho casual. Como recuerda
Franco Vegliani en su libro Malaparte, en toda la agitada vida del
escritor toscano las mujeres ocuparon un segundo plano. Aparecieron siempre en
escena “después de él”.
En 1911, a
los 13 años, entró a formar parte de la sección juvenil del partido republicano,
y cuando más tarde estalló la Primera Guerra Mundial, en la que combatió con
gran valor, ya había fundado con Otello Mari y otros amigos íntimos el primer
grupo de ideas nacionalistas.
Cuando las
divisiones alemanas traspasaron la frontera belga, los muchachos nacionalistas
se convirtieron en intervencionistas.
Siempre se
habló del Malaparte escritor, del autor de Kaputt y La piel. Kaputt es la novela testimonial de la Europa desangrada en
la Segunda Guerra Mundial que su autor recorrió como oficial de una unidad alpina y periodista. La piel recrea la liberación de Napóles por las tropas
norteamericanas y plantea el enfrentamiento entre un mundo caduco y pobre y un
mundo nuevo y rico.
Malaparte
empezó a escribir a los 15 años en un diario humorístico fundado por él y del
cual era director y redactor. Se llamaba II Bacchino, como
una fuente que hay en la plaza principal de Prato, que lleva como ornamento una
pequeña efigie de Baco. Era un
diario polémico, de sátira ciudadana. Malaparte tuvo después muchas
oportunidades de seguir satirizando en los periódicos.
El 20 de
setiembre de 1921 se inscribió en el fascio
de Florencia. En 1924 el partido le hizo fundar el semanario La
Conquista dello Stato, y poco después pudo remontar la casa editorial de La
Voce, que estaba al borde de la ruina. Al llevarlo de Florencia a
Roma, el periódico se cerró. Un año más tarde Kurt Suckert se convirtió
oficialmente para el periodismo y la literatura en Curzio Malaparte, por decreto
en el que se le concedía el cambio de apellido.
En 1929
Malaparte dirigía La Stampa de Turín. Colaboró después regularmente en
el Corriere della Sera. De la correspondencia enviada a ese periódico
desde los frentes orientales y septentrionales, en los que se luchaba contra la
Rusia soviética, surgió más tarde su libro El Volga nace en Europa. En Tempo
creó la sección Battibecco, que significa discusión, murmuración.
Malaparte
fue un periodista hábil, polémico, escandaloso. Sufrió injustamente la cárcel y
el destierro por haberse enemistado con Mussolini, que nunca le perdonó que el
escritor le dijera una vez que tenía muy mal gusto para elegir las corbatas. ¡Absurdas veleidades de los tiranos!
El escritor
Curzio
Malaparte pasó a la historia de la literatura fundamentalmente por Kaputt
y La piel. (De esta última se hizo una película que pasó sin pena ni
gloria; Marcello Mastroianni encarnó a Malaparte y también integraron el
reparto Liliana Cavani, Burt Lancaster y Claudia Cardinale.)
Mamma marcio fue otra de sus grandes obras. El título,
literalmente traducido del italiano, es Madre podrida, pero se prefirió la adopción
de Madre marchita, que suena mejor. Es un libro pesimista, que revela la
desesperación de su autor por la podredumbre, o la marchitez de Europa.
Malaparte hace, además, una radiografía del hombre, criatura despreciable,
tanto más despreciable cuanto más poder acumula. Kaputt, La piel y Madre
marchita constituyen una trilogía de
amargura y desengaño: “(…) la crónica desgarrada de la agonía de Europa”, señaló
el crítico español Miguel García Posada.
Otro libro de Malaparte
que hizo mucho ruido, sobre todo en el extranjero, fue Técnica del golpe de Estado, publicado
en francés. De Sodoma y Gomorra,
un compendio de relatos, se dijo que “como trompetas de Jericó resuenan en el
corazón del lector las palabras de este escritor que llevó consigo el
escándalo, pero que hoy se perfila como uno de los más puros artífices de la
moderna literatura italiana”.
García
Posada recuerda que el “aparat” de la cultura italiana -Calvino, Einaudi,
Vittorini, etc.- vio siempre con malos ojos a este arrepentido del comunismo y
del fascismo, al que consideraron un burgués extravagante y en el fondo
decadente. La Historia de la literatura italiana (Cátedra,
Madrid, 1990) le dedica siete líneas y le considera “un representante típico de
cierto aretinismo”, lo que equivale a decir un escritor escandaloso. Para
García Posada esto es cierto: Malaparte fue escandaloso, “(...) pero el siglo
ha sido, todo él, un escándalo permanente”.
Obras de
Malaparte fueron El sol es ciego, Malditos toscanos y Evasiones de la
cárcel. En 1954 dirigió unas representaciones de La fanciulla del West
para la temporada del Mayo Musical de Florencia. Antes había decidido probar
suerte en el teatro. Preparó dos obras Du coté de chez Proust, que
representó en el teatro de la Michodiére la compañía de Ivonne Printemps y de
Fresnay y Das Kapital. Las dos fueron estrenadas en otoño de 1948. La
primera pasó casi inadvertida. La premiére de Das Kapital fue un
desastre. Tres años después, Malaparte incursionó en el cine con Cristo
prohibido. La película tuvo más éxito en el extranjero que en Italia. En
Francia se habló de ella como de una obra maestra. Malaparte lo hizo todo: sinopsis,
escenografía, dirección y revisión de la parte musical.
Apasionado y valiente
Curzio
Malaparte fue un hombre apasionado y valiente, cuya vida se ajustó al lema de
Nietszche: “Vive peligrosamente”..
Adriano
Lami estuvo con él en Francia en el bosque de Courton, en Bligny, el 16 de
julio de 1918, cuando el 52 de Infantería resistió el terrible ataque alemán
que causó más de tres mil muertos.
“En aquellos tiempos, el teniente Suckert no era ya la pesadilla de sus jefes
porque le había sido confiada una sección de lanzallamas de asalto, que
dependía directamente del mando de la brigada” -recuerda Lami-. Haciendo
avanzar de un modo por demás temerario a un pequeño grupo de hombres, Malaparte
llegó a la cumbre de la colina de Bligny y liberó las unidades italianas. Aquel
día se ganó una condecoración; resultó herido y el gas de iperita lesionó sus
pulmones.
Por Adriano
Lami sabemos el nombre de una de las primeras mujeres de Malaparte: Stella di
Sernet, bailarina de un club nocturno parisiense. Fue ese un encuentro
ocasional, un amor de vía muerta.
Roberta
Masier conoció a Malaparte cuando éste ya era famoso, aunque no siempre, ni
para todos, de buena fama. El romance
fue largo y complicado. Malaparte se batió a duelo con el hermano de
Roberta y le hirió levemente en un brazo. Este no fue el único duelo del
escritor, que se batió diecisiete veces, una de ellas con un teniente de ulanos
apellidado Buterliskj. También en esa oportunidad Malaparte resultó vencedor.
Hirió al polaco en un hombro, en el tercer asalto. El duelo, que era a primera
sangre, fue interrumpido. Los adversarios se reconciliaron. Y desde ese
momento, el teniente Buterliskj fue el mejor amigo que Malaparte tuvo en
Varsovia, donde estuvo como agregado cultural a la embajada de Italia.
Otra mujer
que tuvo mucho que ver en la agitada vida sentimental de Malaparte fue la
Flaminia que cita en un capítulo de su libro Evasiones de la cárcel.
Lavinia sustituyó a Flaminia, que era viuda. Malaparte estuvo a punto de
casarse con ella en 1937. Pero al final el matrimonio no se produjo. Lavinia
murió algunos años después en un accidente de automóvil en la Vía Aurelia de
Roma. La norteamericana de nacionalidad y danesa de origen Jane Sweigard, que
era campeona de natación, tuvo con Malaparte un breve y apasionado idilio, que
concluyó trágicamente. Jane se suicidó ingiriendo el contenido de dos tubos de somníferos
e internándose después en el mar.
Viajero impenitente
Curzio Malaparte fue un viajero impenitente que recorrió vanos países
de Europa, América, Africa y Asia. En Africa Oriental comenzó su carrera de
enviado especial. En Chile fue seducido por la leyenda de “Pacha Pulai”, la
Sanghri-La de los Andes chilenos. Malaparte se trajo de Chile otra mujer,
Rebecca, quien estuvo a su lado como esposa casi dos años. El escritor recorrió
con ella Italia y Europa y pasó una larga temporada en Baden-Baden y en la
Selva Negra. Para irse con él, Rebecca huyó de Santiago abandonando a su marido y su familia y despreciando una holgada
situación económica.
Malaparte emprendió su último viaje el 12 de octubre de 1956. Fue a
Rusia y de allí pasó a China, donde lo invadió la cruel enfermedad que habría
de costarle la vida.
De ardiente imaginación, temperamental como buen italiano, altivo, valiente,
soportó con dignidad y entereza una larga y cruel agonía. La guerra, la
tragedia, la sangre -Sangre es el título de uno de sus libros-, los amores turbulentos, los éxitos
espectaculares y los grandes fracasos, el destierro y la cárcel le marcaron a
fuego. Fue escandaloso –eso se resaltó siempre-, pero no puede dejar de
reconocérsele, como hombre y como escritor, valores muy positivos.
Excepcional testigo de su tiempo, retrató con fulgurante expresividad,
a su modo caótico y reporteril, la dura realidad de una época compleja y
difícil. Saturado de pathos y de drama, fue otro periodista que, sin dejar nunca el periodismo, ni a tiempo -como preconizaba Hemingway-
ni a destiempo, pasó a la literatura con honores, donde está inscripto su
nombre con tantos o más merecimientos que muchos de sus compatriotas y coetáneos,
algunos de los cuales se quedaron en el artificio y el preciosismo. Malaparte
escribió como vivió, utilizando la pluma como una espada. Vivió sus guerras y las de otros, en las que quiso estar para
contarlas después con conocimiento de causa. Cuando la paz no parecía empezar
nunca. La paz que a él se le negó.
© José Luis Alvarez Fermosel
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