Domingo, ya llegó el domingo otra vez.
Otra semana. Me parece oir la voz de José Luis Agromayor cualquier martes, por
ejemplo: “La semana está perdida…”.
Es domingo. Llueve. Nos hemos quedado en
casa.
Hemos recordado los versos de Antonio
Machado: “(…) los colegiales estudian, monotonía de lluvia tras los
cristales…”.
A poco que uno se descuide le agarra la
monotonía, por no decir el tedio del domingo, si uno no sale.
Ir y venir sin afeitar por todas partes,
en pijama, bata y chinelas entraña el riesgo de
terminar revolviendo papelotes y encontrar una foto, o una carta –uno es
de los tiempos en que se escribían cartas-. Y ya se sabe, apenas se contempla
una o se relee la otra, según el caso, le salen a uno ronchas en el loco
corazón.
Lo mismo le pasará si uno decide escuchar
música, la que sea, lo mismo da. La nostalgia, artera y disimulada como un
agente secreto, vendrá en puntas de pie.
De nada servirá recordar a Faulkner cuando
dice en “Réquiem por una monja”: The past is never dead. It’s no even past
(El pasado nunca muere. Ni siquiera es pasado). El derecho al pataleo, se
llama esta figura.
El whisky, o cualquier otra bebida
espirituosa igualmente noble tampoco sirve en este caso. Se empieza con una
medida… y se termina bebiendo sin medida. ¡Y nada hay peor que un lunes con
resaca!
Entonces, ¿qué hacer para conjurar el
síndrome del domingo por la tarde, que ha matado a tanta gente?
Meterse en la cocina…
Pues muy sencillo, lo que hicimos Maite y
yo: meterse en la cocina e inventar un guiso. ¡El guisote del domingo frío y
lluvioso!
Se empieza por pelar patatas, como
hicieron durante algún tiempo en sus comienzos cocineros hoy famosos.
En este caso un kilo y medio de patatas que
se cortarán groseramente, es decir, en cubos irregulares. Luego viene el
despellejamiento de chorizos de Cantimpalo.
Patatas domingueras
Ingredientes:
Los
ingredientes son cebolla, ajos pelados y aplastados –elementos de apoyo
imprescindibles en la gastronomía española-, chorizo colorado cortado en
rodajas y tocino en dados medianos, una mano de cerdo cortada por la mitad
(longitudinalmente), pimentón (dulce o picante, según el gusto), un par de
hojas de laurel, dos tazas de caldo y un chorro de vino tinto.
Preparacion:
En
una cacerola con un poco de aceite de oliva en el fondo se sofríen la cebolla,
los ajos, el tocino y la pata de cerdo. Cuando la cebolla esté translúcida se
añaden –digamos al menos una vez en lugar de se agregan- los líquidos, es
decir, el caldo y el vino, que deben cubrir la preparación por completo.
Se
deja hacer todo a fuego alto hasta el primer hervor. Después se baja el fuego a
nivel medio/bajo.
Cuando
el cuerito de la pata se ve tierno y parece que va a despegarse del hueso, se
incorporan las patatas, el chorizo y el laurel; se añade caldo, si es
necesario; se lleva todo a fuego medio/alto y se deja cocinar hasta que las
patatas estén a punto. Después de haber probado el guiso de vez en cuando, para
ver si falta algo y rectificar, se deja reposar.
Mientras se cocina, eso sí, hay que
echarse al coleto de tanto en tanto un vasito de vino blanco.
Para acompañar esta “delicacy”, nada mejor
que un vino tinto –genérico, de corte, para mí: no varietal-.
¡Buen apetito y buen domingo para todos!
(*) “Nunca en domingo” es una película
greco-estadounidense, escrita, dirigida y producida por Jules Dassin y
protagonizada por Dassin y Melina Mercuri. Ganó el Oscar de 1961 por la mejor
música y canción original. La comida, la bebida y la música juegan un papel
importante en el film.
© José Luis Alvarez Fermosel
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