
Sigue corrompiéndose el idioma español, con la estólida permisividad de la Real Academia Española (RAE).
De modo que no nos extrañaría que en muy poco tiempo la docta corporación cobijara a las últimas expresiones que han adoptado ya presentadores, reporteros de calle de radio y televisión, redactores de diarios y otras publicaciones y, naturalmente, los esnobs que esperan ansiosamente todo lo que pueda diferenciarlos de los demás, dándoles a ellos un lugar preponderante.
También las dicen muchos profesionales: abogados, médicos, ingenieros, “filósofos” y, ni que decir tiene, políticos y toda la runfla de mentores, asesores, punteros y truchimanes que los acompañan.
La gente, el pueblo, el hombre de la calle, que tiene tantos dichos expresivos, cargados de humor, ingeniosos, está olvidándolos y, a fuerza de oir barbaridades, las incorpora a su lengua.
Aunque parezca mentira, ya se escuchan en todas partes y a todas horas las palabras que siguen, que no nos extrañaría que pudiéramos leer en cualquier momento en el diccionario de la RAE, que esta cada vez más rara:
Traslucir por condición de translúcido, oscarizar por otorgar el premio Oscar, asociativismo por asociación, elitear por manejarse con elites, o ser elitista; elitarista por elitista, miembra por miembro perteneciente al sexo femenino, repitencia por repetición, espiralizar por entrar en una espiral, o algo así; inversionar por invertir, conectividad, conneción y conección por conexión, equitatividad por equidad, avisante por avisador…
© José Luis Alvarez Fermosel
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