Uno pertenece a la generación en la que el hombre trabajaba fuera del hogar y la mujer lo cuidaba y criaba a los hijos. Mantenía viva la llama del viejo dios Lar.
Ahora el hombre tiene que colaborar estrechamente con la mujer en las tareas de la casa, a fin de que el matrimonio no se malogre.
Parece ser que esta modalidad es muy buena y que los matrimonios que comparten las faenas del hogar duran más, dentro de lo poco que duran los matrimonios hoy en día.
Saludamos con alborozo esta metodología, por así llamarla, que para los más veteranos es una novedad.
Ahora bien, que el hombre haga sólo y nada más que de ama de casa y la mujer trabaje fuera del hogar hasta la extenuación, me parece mal, francamente.
Hay muchos vivos con vocación de mantenidos que se limitan a realizar las labores -que a ellos les parecen menos fatigosas, lo cual no es cierto- que antes eran propias de la mujer, mientras que ésta trabaja de gerente, con un sueldo muy bueno, preside juntas, compite a lo macho con los varones en el terreno que sea, decide, manda y ejecuta, lo mismo en la oficina que en el hogar.
Es más, cuando se suscita una discusión, la mujer moderna, si se tercia, le propina un puñetazo –no una bofetada, como antes- a su marido y le parte la nariz.
En España, ya lo hemos dicho en alguna otra oportunidad, hay un gran porcentaje de hombres a quienes les pegan sus mujeres. Tan así es que se ha formado una asociación de maridos golpeados –ya pasan de los 60000- que reclaman penas para las agresoras en los tribunales.
El nuevo marido se amolda a sus nuevas responsabilidades y corre riesgos que antes eran menos frecuentes, como que la santa esposa le meta los cuernos, casi siempre con muchachos de 18 años en adelante, que son ahora los preferidos por las mujeres de 40 años en adelante. “Hélas…!”
Ahora el hombre tiene que colaborar estrechamente con la mujer en las tareas de la casa, a fin de que el matrimonio no se malogre.
Parece ser que esta modalidad es muy buena y que los matrimonios que comparten las faenas del hogar duran más, dentro de lo poco que duran los matrimonios hoy en día.
Saludamos con alborozo esta metodología, por así llamarla, que para los más veteranos es una novedad.
Ahora bien, que el hombre haga sólo y nada más que de ama de casa y la mujer trabaje fuera del hogar hasta la extenuación, me parece mal, francamente.
Hay muchos vivos con vocación de mantenidos que se limitan a realizar las labores -que a ellos les parecen menos fatigosas, lo cual no es cierto- que antes eran propias de la mujer, mientras que ésta trabaja de gerente, con un sueldo muy bueno, preside juntas, compite a lo macho con los varones en el terreno que sea, decide, manda y ejecuta, lo mismo en la oficina que en el hogar.
Es más, cuando se suscita una discusión, la mujer moderna, si se tercia, le propina un puñetazo –no una bofetada, como antes- a su marido y le parte la nariz.
En España, ya lo hemos dicho en alguna otra oportunidad, hay un gran porcentaje de hombres a quienes les pegan sus mujeres. Tan así es que se ha formado una asociación de maridos golpeados –ya pasan de los 60000- que reclaman penas para las agresoras en los tribunales.
El nuevo marido se amolda a sus nuevas responsabilidades y corre riesgos que antes eran menos frecuentes, como que la santa esposa le meta los cuernos, casi siempre con muchachos de 18 años en adelante, que son ahora los preferidos por las mujeres de 40 años en adelante. “Hélas…!”
© José Luis Alvarez Fermosel
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