Los monos son demasiado buenos para que nosotros descendamos de ellos.
Esto no lo digo yo, claro, por más que me gusten los animales, incluídos los monos, como puede verse en la foto que ilustra estas líneas.
El autor de la frase fue Friedrich Nietzsche, que amaba a los animales, como lo demuestran las referencias simbólicas a ellos que hace en sus libros.
En cambio, despreciaba a la mayoría de los hombres, especialmente a sus contemporáneos.
Pedro González Calero nos recuerda que el filósofo de la idea del eterno retorno se abrazó llorando un día en la plaza Carlo Alberto de Turín al cuello de un caballo de tiro que estaba siendo azotado por el cochero.
No tiene nada de particular que en uno de sus aforismos se expidiera contra la teoría de Darwin, según la cual el hombre desciende del mono.
Nietzsche perdió la razón días después, no sin antes anunciar la decadencia de la filosofía y de la civilización occidental.
Así que el filósofo, poeta, músico y filólogo alemán, uno de los más radicales, ricos y sugerentes de la historia universal del pensamiento, resultó ser también un taumaturgo.
Su Übermensch (superhombre) no está. Es más, no se sabe si estuvo alguna vez. El mismo Nietzsche reconoció su ausencia.
© José Luis Alvarez Fermosel
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