¡Cuántas cosas hemos ido descartando con el paso del
tiempo! Algunas útiles, muchas hermosas, además.
Pero ya no son actuales, no están de moda, y no nos
atrevemos a usarlas, aunque las tengamos, aunque recordemos aquello de Jean Baudrillard:
“La moda es siempre lo no actual”.
La moda se acata a rajatabla, está sacralizada y hay
que seguir sus dictados como los mandamientos de una religión, un rito
ancestral o como se conserva un legado de familia.
Muchos objetos, prendas, adminículos y aun herramientas
de antaño continúan siendo útiles hogaño; poseerlos y usarlos nos agrada, nos
distiende o nos proporciona algún solaz.
La pluma estilográfica, por ejemplo, que todavía se
usa para firmar determinados documentos, como poderes notariales o registros de
la propiedad.
Hubo una época no precisamente remota, en la
Argentina, en que el escribano mayor de gobierno guardaba las plumas con las
que se había firmado un tratado, generalmente internacional. Después se
exhibían al público. Algunas piezas eran verdaderamente de colección.
La negra y suave ebonita acaricia nuestros dedos,
mientras el plumín dorado, o plateado se desliza por el papel trazando letras,
o números con un garbo rápido y singular.
Un puñado de periodistas de los más veteranos, y
varios escritores todavía escribimos en nuestras casas a mano borradores o
apuntes, o firmamos nuestros recibos de sueldo con plumas estilográficas -para
desesperación de los administrativos, afectos al bolígrafo y su escritura
grumosa- y coleccionamos, o hacemos acopio de tan bellos instrumentos.
Algunos médicos…
Lo mismo hacen algunos médicos, lo cual no significa
que por escribir con lapicera fuente su letra sea más legible.
¡Y qué me decís del lápiz! El lápiz de toda la vida,
largo, esbelto, amarillo y negro, o azul y plata –Steadler 2B o Goldfaber HB-,
cuya mina se afila con un sacapuntas, pequeño y simpático artilugio que sigue
vendiéndose en las papelerías, como la goma de borrar y los cuadernos,
utensilios para colegiales que también usamos los que ya pasamos con creces la
edad escolar.
La máquina de escribir, las grandes cámaras
fotográficas, los antiguos grabadores, llamados magnetófonos, las agendas, los
blocks de notas, ni que hablar de los cuadernos de tapas de hule negro, con
hojas rayadas…
En materia de prendas de vestir y accesorios pasaron a
la historia los guantes –que no se usan,
haga el frío que haga-, los gemelos para los puños de la camisa, el clip
de corbata – bueno, la corbata está ya en las últimas-, el sombrero, que tanto
realza la altura, los anillos de sello y los prendedores, o sujetadores de
billetes de banco.
Sólo los llamados “metrosexuales” se aplican loción
para después de afeitar y se friccionan con colonia después de la ducha. Suelen
ser criticados.
Las mujeres…
Las mujeres se desprendieron de menos cosas, me parece
a mí. O las que desecharon fueron sustituídas por otras mejores y más
prácticas. Así y todo, las españolas siguen luciendo airosamente mantón de
Manila, mantilla de blonda, peineta de carey y abanico.
Todo lo que hagan las mujeres –menos cuando se
despendolan-, bien hecho está y a los hombres nos parece muy bien.
Muchos pensarán que todo esto de lo que escribo
pertenece al pasado y “lo pasado pisado”.
Sí, pero el mejor profeta del futuro es el pasado.
Esto no lo digo yo, lo dijo Lord Byron.
© José Luis Alvarez Fermosel
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