Los retratistas de la primera mitad del
siglo XIX exploraron amablemente el mundo de los afectos domésticos.
A Giuseppe Tominz (1790-1866), un clásico esloveno-italiano
de la pintura figurativa provinciana del imperio habsburgués, se debe “Los
prometidos” (1830), el cuadro cuya imagen ilustra estas líneas.
Se trata de una obra característica del estilo
Biedermeier, que toma su nombre de un personaje de los diarios satíricos de la
época: un tradicional y sumiso profesor escolástico de Suabia, típico
representante de la burguesía alemana.
La época del Biedermeier vio nacer en
Alemania, Dinamarca y Austria una rica e importante escuela de pintura, formada
por artistas que caían bajo el común denominador de haber hecho un viaje a Roma
y admirar al patriarca Thordvaldsen, conocido después de aparecer en el cuadro
“Artistas daneses en una fonda” (1836), de David Conrad Blunck.
La pareja tan detalladamente plasmada en
el lienzo por Tominz exhibe la pesada elegancia germana de la época. Se
incluyen espejo, cortina, alfombra, mesa vestida con flores en un búcaro con
pie dorado y una pequeña talla en forma de caballo alado en el suelo.
Si se examinan con atención las
manifestaciones artísticas del Biedermeier, sobre todo la pintura, los muebles
y la decoración se advierte que el código formal es parecido al neoclásico.
El Biedermeier refleja las virtudes privadas y los placeres
honestos.
© José Luis Alvarez Fermosel
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