Londres es una encantadora macrociudad donde se conjugan el absurdo, la libertad y la belleza.
Mesocrática, ordenada, tradicional y puntillosa –a pesar de los
hippies nunca dejó de ser victoriana en el fondo- finge, displicente, una calma que se quiebra sin estridencias todos los días, a la misma hora, en Chelsea o en el West End.
Se ha dicho que Londres es "el arte de vivir".
Dreams and facts. (Sueños y hechos.) He aquí una buena definición. Porque a pesar de que la mayoría de las calles y edificios son antiquísimos, el ambiente es actualmente joven, libre y amistoso.
Londres se despereza como un viejo y formal coronel de
highlanders cada mañana, cuando levanta la niebla que camufla al viejo
Father Thames (el Támesis).
Despabilada por las sirenas de las lanchas rápidas de la policía fluvial –minúsculos islotes móviles del río plomizo-, late con espasmódica sordina en Fleet Street, literalmente la Calle de la Tinta, donde están las redacciones de los principales diarios, revistas y agencias de noticias.
La ciudad se torna un tanto sombría en el Soho al anochecer, se anima, y a veces pierde ese tono y ese tino tan insulares en las discotecas de King's Road.
El Parlamento más antiguo del mundo
Londres es una ciudad muy poblada. En el área metropolitana moran casi quince millones y medio de almas. En su puerto se agolpan marineros de todo el orbe. La reina Isabel reside en el palacio de Buckingham, ceremoniosamente escoltada por soldados de uniformes escarlata y negros morriones de piel de oso. Hay otros cuatro palacios reales. El Parlamento inglés es el más antiguo del mundo.
En cerca de 7000 pubs se bebe cerveza por pintas y medias pintas y se lanzan flechitas de colores contra blancos de corcho. Algunas de esas tabernas son muy antiguas, entre ellas Ye Old Cheshire Cheese, en Fleet Street, lugar favorito del doctor Johnson y la Prospect Whitby, a orillas del Támesis, en el corazón de los muelles.
Restaurantes franceses, italianos, españoles, malteses, chipriotas, tailandeses, chinos, paquistaníes, hindúes, españoles, nepaleses, japoneses… Entre los nacionales destacan Rules –el más caro- Overton’s, Simpson’s, Stone’s, Brummell’s, The Place Opposite…-. En todos se come un excelente salmón ahumado de Escocia, pasteles de pollo, carne y riñones, el estofado irlandés a base de carne de vaca con nabos y la marmita de Lancashire. Los
puddings son exquisitos, sobre todo los de Yorkshire, hechos a fuego lento en
pots de plata de ley. Puré de manzanas para el pato asado, salsas picantes y pepinillos.
El hotel Brown, en Dover Street, es muy adecuado para tomar el té. Se sirve en el salón de 16 a 18. Emparedados, pasteles de crema, scoons, tartas de frambuesa y de ruibarbo, y por supuesto té con leche, crema o limón. Se sirve primero la leche, por cierto.
El café hay que tomarlo en el Café Royal, en Piccadilly, donde se esconde tras pesados cortinones de moaré, espejos, bronces y cristales de Bohemia, el fantasma torturado de Oscar Wilde.
Trafalgar Square, centro topográfico de Londres
Trafalgar Square (la Plaza de Trafalgar) es el centro topográfico de Londres. Pertenece al distrito de Westminster, que en sus orígenes fue la ciudad real de Inglaterra. La plaza data de 1825 y en su centro está el monumento a Nelson: una gigantesca columna de 51 metros que sostiene la estatua del almirante, erigida en conmemoración de la victoria naval de los ingleses sobre la flota francesa en 1805. En el pedestal, relieves hechos con el bronce de los cañones franceses recuerdan las batallas de Aboukir, el cabo San Vicente y Copenhague y la muerte de Nelson. La Plaza de Trafalgar es un centro de asambleas políticas más o menos ortodoxas. Casi todas las manifestaciones concluyen en esta plaza.
Como fondo de la histórica conmemoración, la National Gallery -obra de W. Wilkons-, de fachada neoclásica, la más importante galería de arte de Inglaterra.
En Charing Cross (el cruce de Charing) se colocó en 1221 la última de las tres cruces que señalaron las varias etapas del funeral de la reina Eleonora de Castilla, esposa de Eduardo I, muerta en el condado de Nottingham y sepultada en la Abadía de Westminster. La cruz, derribada en 1647 para colocar la estatua de Carlos I, fue posteriormente trasladada a Whitehall.
En Londres se reviven constantemente hechos que siguen siendo historia viva. Este año se cumplió el 926° aniversario de la construcción de la Torre de Londres, definida como un multifacético monumento que no descuella precisamente por su arquitectura, sino por lo que contiene en su interior: objetos, armas y uniformes de distintas épocas, recuerdos de reyes y reinas: un conjunto de piezas de museo en magnífico estado de conservación y las joyas de la corona que un pintoresco cuerpo de guías, los
beefeaters, se encarga de mostrar a los visitantes.
Ceremonias
Todos los días se puede ir al palacio de Buckingham para contemplar por la mañana la ceremonia del relevo de la guardia. Por la noche hay que asistir a la Ceremonia de las Llaves, en la que los Guardias Alabarderos, uniformados como en la época de Tudor, cierran las puertas de la Torre de Londres. En ocasiones especiales se celebran cabalgatas o desfiles que recorren las calles de la ciudad de manera espectacular. El
Trooping the Colour -presentación del estandarte real- en junio y el
Lord's Mayor Show (Cabalgata del Alcalde) son dos de los más brillantes acontecimientos.
ComprasLondres es una de las ciudades más interesantes del mundo para ir de compras. El comercio varía entre grandes almacenes como Harrod's, en la elegante Knightsbridge, y Selfridges, en Oxford Street, hasta antiguos puestos callejeros en Portobello Road.
Portobello se transforma los sábados, convirtiéndose en un multicolor caleidoscopio. Se abre el asfalto, por así decirlo, y emergen puestos de vajilla, carros de fruta, ropavejeros y sobre todo gente; más turistas que londinenses, más turistas que puestos y más puestos que puesteros, que se confunden en una bulliciosa y policroma mezcolanza en virtud del vanagloriado azar por el que el
swinging London confirió el título de lugar de moda a este rincón de la ciudad.
Regent Street y Oxford Street son calles ideales para ir de compras. No hay que olvidar Jermyn Street y Burlinghton Arcade, donde se pueden comprar prendas de lana de Cachemira, escopetas, trajes, alhajas, cerámica, objetos de plata y antigüedades. En Mark and Spencer puede adquirirse de todo, fundamentalmente objetos de valor, así como en los legendarios y aristocráticos Fortnum and Mason, Peter Jones y Harvey and Nichols. En Locks, sobre un estante raído se conserva el aludo sombrero con el que Oscar Wilde escandalizó a la sociedad inglesa de su tiempo. El canciller Disraeli encargó nada menos que siete gorros de dormir, uno de cada color del arcoiris, a esta sombrerería.
El resplandeciente Londres nocturno
Londres se transforma cuando anochece. La ciudad se torna resplandeciente, a uno y otro lado del Támesis. Sus edificios adquieren una nueva fisonomía y resaltan los contornos sobre el telón oscuro de la noche, quizás con más fuerza que sobre el cielo diurno, frecuentemente gris. Si la luz de la luna en cuarto creciente se filtra por un jirón de nube, resultarán fantasmagóricos los estandartes dorados del palacio de Buckingham, que proyectan sombras como de nocturnas aves emprendiendo el vuelo contra el verde cambiante de los altos plátanos del Mall y de Green Park. Las campanadas del Big Ben rebotarán contra el asfalto enrojecido por los reflejos de los anuncios luminosos, invitando a la ensoñación y el romance, mientras parecen perfilarse en el Temple las figuras de, Dickens, Goldsmith o Thackeray.
© José Luis Alvarez Fermosel