martes, 8 de febrero de 2011

Julio Verne

Julio Verne, de cuyo nacimiento se cumplieron hoy 183 años, fue además de un taumaturgo uno de los escritores que más nos arrebató en nuestra niñez con sus obras.
Junto con Salgari, Conrad, Karl May –aquel alemán que escribió novelas del Far West-, Conan Doyle, Edgar Wallace y tantos otros nos inició no ya en el hábito, sino en el vicio de la lectura.
Quisimos ser el Gideon Spilett de su Isla misteriosa –si no de su talla, terminamos nosotros también por ser periodistas como él-, Miguel Strogoff, el providente capitán Nemo y desde luego hubieramos acompañado de buen grado a Phileas Fogg en su apasionante vuelta al mundo en 80 días.
Para los pertenecientes a determinada generación, Julio Verne fue un personaje maravilloso, mágico. Ocupa un lugar de privilegio en una de las salas más amplias de nuestra memoria, en la que permanece, inolvidable, junto con otros queridos amigos como él.
Hemos nombrado antes sólo a unos pocos. Todos mis coetáneos saben quienes son porque ellos también los tienen y los recuerdan frecuentemente con cariño y gratitud. Por lo menos, algunos.
Esos escritores contribuyeron eficazmente a espolear nuestra imaginación. Nos hicieron adquirir una cultura -acaso la verdadera-, que fue lo que quedó cuando se nos olvidó todo lo que aprendimos en los libros de texto.
Me dispongo a empezar a releer esta misma noche Las tribulaciones de un chino en China, el libro de Verne que tengo más a mano.

© José Luis Alvarez Fermosel

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