
En cualquier caso, siempre me gustó su forma de escribir, su dedicación a los pequeños temas –sin abdicar de sus grandes líneas-, su interés por los detalles y su visión del ángulo de trastienda de los personajes.
Es subjetiva, y está en lo cierto. No hay nada más universal que la propia subjetividad.
Cuando aún aletea la cocina molecular en ciertas mesas y todos seguimos bebiendo –y siguen premiándose- vinos negros que dejan la copa manchada de azul y saben a frambuesa, Angélica Gorodischer nos revela desde Rosario la verdad de la milanesa -¡ahí es nada!-.
En primera persona, porque el “yo”, según Marguerite Yourcenar –una escritora detestada por los esnobs- es una comodidad gramatical, filosófica y psicológica.
A propósito, se dice que la milanesa fue un invento argentino.
© José Luis Alvarez Fermosel
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