jueves, 24 de febrero de 2011

La verdad de la milanesa

No es la primera vez que me refiero con admiración y simpatía a Angélica Gorodischer. No estoy completamente seguro –ha pasado mucho tiempo-, pero me da la impresión de que ella escribía la columna de Mujeres en la revista Play Boy cuando yo hacía la de Hombres.
En cualquier caso, siempre me gustó su forma de escribir, su dedicación a los pequeños temas –sin abdicar de sus grandes líneas-, su interés por los detalles y su visión del ángulo de trastienda de los personajes.
Es subjetiva, y está en lo cierto. No hay nada más universal que la propia subjetividad.
Cuando aún aletea la cocina molecular en ciertas mesas y todos seguimos bebiendo –y siguen premiándose- vinos negros que dejan la copa manchada de azul y saben a frambuesa, Angélica Gorodischer nos revela desde Rosario la verdad de la milanesa -¡ahí es nada!-.
En primera persona, porque el “yo”, según Marguerite Yourcenar –una escritora detestada por los esnobs- es una comodidad gramatical, filosófica y psicológica.
A propósito, se dice que la milanesa fue un invento argentino.

© José Luis Alvarez Fermosel

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