martes, 8 de febrero de 2011

Hotel

Mi colega -y sin embargo amigo- Marcelo Zapata ha viajado lo suyo y lo del vecino y conoce en profundidad el mundo colorido, proteico e interesante por de más del hotel, en el que bulle la vida y un mal día se muere alguien y el difunto sale, entre gallos y medianoche, por una puerta de servicio que parece que da a la nada.
El hotel es un microcosmos que acumula muchas historias de vida, casi ninguna de las cuales llega a conocerse a pública subasta. No es un hogar y no deja de serlo; es un recurso, una fuente de pequeños placeres, un buen catalizador de emociones y un generador de vivencias y recuerdos.
Si nos sorprende en el hotel la dudosa luz de la tarde, con un sol tamizado por las grandes cristaleras, que deja un rastro acaramelado de luminosidad y polvo, hay que ir enseguida al bar y pedir un Negroni demi sec, que es un cóctel idóneo para el atardecer.

Una actriz de cine de fama internacional

La mezcla de nobles alcoholes estimulará nuestra imaginación, que se lanzará al galope como un caballo espoleado y nos hará ver que en el hotel hay una actriz de cine madura de fama internacional con un amante joven y apasionado que ocupan una suite de las más caras.
También puede estar en el hotel, si es de lujo, uno de esos multimillonarios norteamericanos que vendían periodicos a los doce años y a los cincuenta ya eran los reyes del acero, la industria maderera o los poseedores de una cadena mundial de medios audiovisuales.
No pueden faltar en un gran hotel una pareja de recién casados de la high en una etapa de su luna de miel, un cantante de rock, un diplomático de alto rango que viaja a un país remoto para tratar de resolver un problema que puede acarrear complicaciones internacionales, un espía cuya cobertura es la de crítico gastronómico (ver la película Havana, con Robert Redford), la viejecita millonaria de rigor, discreta, elegante, que toma el té de las cinco a las cuatro con una nieta que viaja con ella y unas amigas que han hecho en el hotel.
No han de faltar un político, un banquero, un middle man que cobra comisiones altas, un petrolero y una señorita mal de familia bien que espera a su… "tío": un comerciante de hilaturas de Barcelona.

Un ladrón, un detective…

El hotel tiene también un ladrón y no sé si ahora sigue teniendo un detective, como antes. El detective de hotel era todo un personaje y salía en las novelas, en las de Raymond Chandler y en otras. Chandler es autor de un hermoso cuento -muy bien adaptado como cortometraje para la televisión-, cuyo protagonista es precisamente un detective de hotel.
Hablando de escritores, ellos son los que hoy en día brillan por su ausencia en los hoteles, inmortalizados otrora por quienes escribían de ellos, como Vicki Baum, Somerset Maugham, Robert Louis Stevenson, Daphne du Maurier –si bien los dos últimos escribieron de posadas, y no de hoteles- y otros.
Hubo hoteles, de Pamplona a Bangkok, que prestaron su comodidad, su exotismo o sirvieron de inspiración a muchos escritores, desde Agatha Christie hasta Graham Greene, pasando por Jospeh Conrad, Hemingway, Arthur Miller, Thomas Wolfe y tantos otros.

El hotel, imán de escritores

Agatha Christie escribió su famosa novela Asesinato en el Orient Express en el hotel Pera Palace de Estambul, en el año 1933. Por el Oriental de Bangkok pasaron Conrad, Steinbeck, Rudyard Kipling y Tennessee Williams.
Pero quizás el más concurrido de todos haya sido El Chelsea de Nueva York, en pleno Manhattan, donde Arthur Clarke escribió 2001, una odisea del espacio y Arthur Miller su Muerte de un viajante y por el que pasaron Mark Twain, Thomas Wolfe, Dylan Thomas, Jack Kerouc y otros. Tiene su historia negra y sus leyendas inquietantes.
En el Hotel Sevilla de La Habana se hospedaron y escribieron Graham Greene, Georges Simenon y Ruben Darío. También sirvió de albergue a algunos tipos de avería a quienes no les interesaba precisamente la literatura, como Lucky Luciano y Al Capone.
En la habitación 217 del hotel La Perla de Pamplona se gestaron algunos de los libros de Ernest Hemingway, que probablemente escribía hasta que empezaran los Sanfermines.
También por los hoteles de Buenos Aires han pasado escritores famosos. El Plaza, sin ir más lejos, hospedó a Ortega y Gasset y Octavio Paz, entre otros muchos.

Otros tiempos

Eran otros tiempos y aquellos hoteles de grandes ventiladores en los techos, verandas, ventanas con postigos, jardines cuajados de flores, pianistas y arcones de caoba tallados en el vestíbulo no existen, como tampoco sus ocasionales moradores que legaron obras maestras a la humanidad después de escribirlas en las habitaciones que ocuparon.
En los hoteles de hoy en día el romance y la aventura tiene que ponerlas el huésped, lo cual es difícil porque el huésped en cuestión está más pendiente de su Blackberry que de la melodía del pianista del vestíbulo, que ya no está, o del cóctel que ya no se bebe en el bar, que más que nada expende gaseosas de Cola.
Termino, como empecé, citando a Marcelo Zapata, para quien “(…) quizás no exista espacio más filosófico que el vestíbulo de un hotel, y si es amplio, y el hotel centenario, tanto más. Como si uno viviera allí con fantasmas ajenos y sin embargo propios…”.

© José Luis Alvarez Fermosel

Notas relacionadas:

El esplin del hotel
Los pianistas de hotel

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