martes, 28 de febrero de 2012

Cuando los errores hacen callo

Leo novelas policíacas desde poco después de haber aprendido a leer -a muy temprana edad, según me dijeron siempre-.
Pues bien, no vi en ninguna, o en casi ninguna que el autor, y mucho menos el traductor supiera qué diferencia hay entre una pistola y un revólver (leer nota relacionada al pie).
No hace falta ser un experto en armas, ni siquiera un aficionado para saber qué es una pistola y qué un revólver. Quienes escriben, o traducen obras en las que campean policías y ladrones –por hacer una síntesis apretada- que usan entre otras armas pistolas y revólveres, no tienen más remedio que saber al menos que hay una diferencia notoria entre las dos armas. Tampoco deben ignorar otras cuestiones propias de ese género literario, que se supone que conocen a la perfección, ya que de lo contrario no lo cultivarían.

No hay caso

Si bien en inglés, por ejemplo, la palabra “gun” puede aplicarse a las dos armas –en realidad a cualquier arma de fuego corta-, apenas aparece ésta en el texto siguen datos que permiten saber de qué arma en particular se está hablando.
Pero no hay caso. Y es así como uno se topa con barbaridades como ésta: “Le quitó el seguro al revólver automático”, cuando ningún revólver es automático ni tiene seguro; eso queda para las pistolas mal llamadas automáticas, que en realidad son semiautomáticas, es decir, que disparan tiro por tiro en tanto se vaya apretando el gatillo, a diferencia de las armas automáticas, que disparan en ráfaga mientras se mantenga apretado el gatillo.
Una ametralladora es un arma de fuego automática.
En una novela de Rex Stout, de la serie de Nero Wolfe, se confunde precisamente una ametralladora…¡nada menos que con una tercerola, carabina corta de caballería en desuso desde hace muchos años!
En “El jardín secreto”, uno de los relatos del padre Brown, de Gilbert K. Chesterton, se le cuelga al cinto un pesado sable curvo de caballería a un comandante de la Legión Extranjera Francesa, cuando este cuerpo expedicionario es de Infantería, y lógicamente ninguno de sus integrantes puede usar un arma de caballería.

Una preciosa antología

En una primorosamente editada y cuidada “Antología del relato policial” de Aula de Literatura  (Vicens Vives) se dice como aclaración en una nota del traductor a pie de página, en el relato “Gas de Nevada” de Raymond Chandler: “Colt: revólver norteamericano de un calibre de 11’4 milímetros y un tambor de siete cartuchos”. Hay revólveres Colt; es más, fue el coronel Colt quien lo inventó; pero en este caso se trata de una pistola Colt –que también las hay-, calibre 11’25, con un cargador –no tambor- de siete balas.
Podíamos seguir así hasta mañana, sin conseguir ningún resultado positivo. Cuando el error se hace callo, o se pone de moda como el mito, no hay nada que hacer.
¿Por qué un cronista de boxeo sabe tanto de pugilismo como el propio boxeador y sus preparadores, y nunca comete un error al comentar la pelea en su diario, o en la televisión?
¿Acaso un crítico de cine confunde un primer plano con un medio plano, o un “travelling” con un “picado”?

© José Luis Alvarez Fermosel

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