viernes, 10 de septiembre de 2010

El revólver

El revólver es una excelente arma de defensa, por la sencillez de su manejo, la imposibilidad de que se trabe –siempre y cuando la munición esté en buen estado-, su poco peso y su fácil portación, sobre todo los de calibre mediano, como el 32 ó el 38.
Adquirir un revólver, u otra arma para protección en Argentina implica tener la tarjeta de legítimo usuario del RENAR (Registro Nacional de Armas), que se obtiene mediante una tramitación no demasiado complicada. Hay que pasar un examen psicotécnico, que tampoco es muy difícil, y esperar luego de 20 días a un mes. Lo que no se autoriza, salvo en casos muy especiales, es la portación de ningún arma de fuego, ni corta ni larga.
Las pistolas semiautomáticas (1), de mayor capacidad de fuego que los revólveres -14 ó 15 balas- son más adecuadas para las fuerzas de seguridad. Su manejo no es tan simple, pesan más, son más incómodas de llevar y siguen trabándose, digan lo que digan, aunque no con tanta frecuencia como antes.
Ya no es necesario cargar el revólver introduciendo una por una las balas en cada uno de los orificios del cilindro, que según el calibre y el modelo pueden ser cinco, seis u ocho. Hay una especie de cargador, con las balas unidas por una cinta metálica, que se mete de una vez en el tambor. El método es muy similar al de las pistolas. Ya no se pierde tanto tiempo como antes en la recarga de los revólveres.
El revólver desciende por línea directa de la pistola “pepperbox”, en la cual un haz de cañones individuales seguía una rotación sucesiva ante un mecanismo que provocaba el disparo.
De manera que Samuel Colt no fue el inventor del revólver, que se remonta a los tiempos del rey Carlos I de Inglaterra. Al coronel Colt se le debe, empero, la primera patente, registrada en Gran Bretaña, centro mundial de fabricación de armas, en 1835.
Su obra maestra fue el Colt 45, el más famoso revólver de la historia, el arma por excelencia del Oeste americano: el “peacemaker”, o pacificador, como se denominó al modelo “frontier” que se utilizó en los territorios fronterizos del Oeste.
El Colt 45 fue en principio de simple acción, o sea, que había que levantar el percutor con el dedo pulgar, a fin de montar el arma, y después apretar el gatillo. Para disparar los revólveres modernos, de doble acción, no se necesita más que apretar el gatillo, que va subiendo y bajando el percutor automáticamente.
Arma muy sólida, compacta, de grueso calibre, cuya bala pesa el doble que la de nuestro popular 9 largo, tiene un gran “stopping power”, o potencia de detención.
Por eso, y por la simplicidad de su mecanismo, sus piezas escasas y estar hecho para soportar las presiones de las pólvoras más fuertes –entonces no se conocía la cordita, o pólvora sin humo-, este legendario revólver fue la herramienta más eficaz en la conquista del “Far West”. De ahí que se le llamara “the gun that made the West” (el arma que conquistó el Oeste).
Probablemente no se haya fabricado nunca un arma como el Colt 45 en la que estuvieran previstos todos los detalles, hasta el mínimo. Una buena prueba de ello es que se produjo sin la menor alteración desde 1873 hasta 1947.
Al vencer las patentes Colt en los Estados Unidos, numerosas variedades de revólveres inundaron el mercado: Smith and Wesson –el mejor de todos ellos-, Witton and Daw, Adams, Webley, Tranter, Kerr, Westley, Richards, Remington, Savage…
Pero el Colt del 45 pasó a la historia. Y de Samuel Colt se dijo siempre: “Dios creó a los hombres…y Colt los hizo iguales”.

(1) La pistola semiautomática se llama comúnmente automática –sobre todo en las novelas y películas policiales-; pero no lo es, puesto que para que se produzcan los disparos hay que apretar el gatillo cada vez. En las armas automáticas, las ametralladoras, por ejemplo, basta con mantener presionado el gatillo para que los proyectiles salgan uno tras otro, en rápida sucesión.

© José Luis Alvarez Fermosel

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