domingo, 12 de septiembre de 2010

Hay que aprender a entender lo que se lee

Cuesta, cuesta entender, aunque no lo parezca. De modo que tenemos que aprender a comprender, por ejemplo, lo que leemos, y no me refiero a la jerga de la informática, o a otras. Leer cualquier cosa, lo que sea, no es fácil, es decir entender lo que se lee. El nivel de comprensión, en términos generales, es muy bajo.
La historia del niño que aprendía a leer en un mes, dando una lección por día con su abuela, y a partir de ese momento leía constantemente, y después aprendía otros idiomas, y los leía, y lo entendía todo: esa historia resulta hoy en día incomprensible.
Como incomprensible es ahora para muchos adultos –con enseñanza secundaria cursada-, leer de corrido o llegar al final de un texto, aunque no sea muy largo, habiéndolo entendido todo.
De ahí que surjan manuales y guías que enseñen a entender todo lo que se lee, y no una parte.
Es que, como ha dicho algún especialista, “la coherencia de un texto no está en el texto mismo, sino en la mente del lector”.
Me detengo aquí porque no quiero correr el riesgo de seguir escribiendo, llegar a completar una carilla y no entender, al leer el texto, los párrafos finales.
O sea, que vamos bien.
Lingüistas analizan los problemas que se les plantean a diversos grupos sociales para leer textos y comprenderlos en su totalidad..
Dolores Pruneda Paz nos explica cómo se informa ahora para que la gente entienda lo que lee. En la revista cultural Ñ del diario Clarín, en Buenos Aires.

© José Luis Alvarez Fermosel

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