jueves, 23 de septiembre de 2010

Más sobre esnobs y otras hierbas

No somos sólo nosotros quienes nos referimos ocasionalmente a los esnobs, una de cuyas características es la petulancia.
Estos personajes aparecen con frecuencia en libros, manuales de buenas maneras, ensayos y otros trabajos sobre sociedad y costumbres.
Un libro muy interesante de María José Buxó-Dulce y Pedro Voltes, titulado Deslices históricos, los trae a colación en más de un capítulo.
Voltes afirma en el capítulo Las palabras y sus peligros que él también ha escuchado a ricachos, a cuyas casas fue invitado, cosas como ésta: “Ahora va usted a probar un coñac (o lo que fuera) tan bueno que no lo ha tomado usted en su vida”.
El coautor de Deslices históricos dice textualmente que “la frase es de una arrogancia insufrible y deja transparentar la postura de superioridad en que se coloca aquella persona, aunque finja estar comportándose de un modo cordial y afectuoso”.
Es muy común, también, escuchar a gente que sostiene con imperio: “Yo siempre digo…”, “como yo suelo decir…”, “ya se lo dije yo, y no me hizo caso…!, “a mí me han pasado cosas que no le han pasado a nadie”.
Otros dan por sentado que lo que ellos saben, conocen o han experimentado constituye un patrimonio de su exclusividad, que nadie más puede tener. Son los que cuando van a contar, por ejemplo, las experiencias de su último viaje, empiezan diciendo: “¿Conoces Venecia?”, o la ciudad, o el país que sea.
Algunos dan por sentado que su interlocutor no conoce tal o cual ciudad, o no ha probado en su vida tal o cual “delikatessen”, que es muy cara, o no ha leído ninguna obra del escritor de moda que, además, es amigo suyo.
Voltes cita varios de los estilos de estos especímenes: el zafio –muy habitual-, el presuntamente sencillo, el archiafirmativo y el hiperdubitativo, que se ha llevado mucho, todavía sigue llevándose en algunos ambientes y produce frases como ésta: “A mí casi me parece un poco como sí, o sea, (osá) que a veces, de alguna manera…”.
¿Qué decir del estilo no ya directo, sino avasallador, del que asegura: “Yo lo tengo todo muy claro, yo sé bien lo que digo, a mí no se me puede engañar…”?
En la televisión se oye decir a muchos políticos “toos”, en vez de todos, y “vamo a”, en vez de vamos a. En la televisión se escucha cada barbaridad que enciende el pelo. Lo paradójico es que esos disparates idiomáticos –y otros conceptuales- se deben a personas supuestamente cultas, o por lo menos instruídas.
Comentando estas cosas, un amigo mío muy observador me hizo notar que esas personas tienen el oído tan acostumbrado a registrar los dichos –a veces mal dichos- de la gente joven que los adoptan subconscientemente, en su manía por estar en boga.
Como dice Pedro Voltes en el libro escrito conjuntamente con María José Buxó-Dulce: “Los ejemplos de ordinarieces en personas presuntamente distinguidas resultan incontables”.

© José Luis Alvarez Fermosel


Ensayo sobre los esnobs
Nuevos ricos y esnobs
Aunque la mona se vista de seda…



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