miércoles, 29 de septiembre de 2010

Nuestro Pedrito

Hace unos días tuve el gusto de almorzar con nuestro Pedrito, a quien no veía desde la última vez que estuve en Madrid. Poco después, él regresó a Buenos Aires. Lo de nuestro tiene en este caso un sentido afectuoso, porque se basa en muchos años de andar, Pedrito y nosotros por la vida, en Argentina y en España, unidos por una entrañable amistad.
Pedrito empezó a pertenecer a mi familia cuando era muy chico y acompañaba a mis hijos a todas partes. Fue creciendo con ellos, mientras uno iba adquiriendo veteranía.
Es un amigo noble y leal, un fiel compañero de fatigas, siempre humilde, prudente y dotado de un gran sentido común y una buena dosis de gramática parda: sabe más que el lápiz.
Este es nuestro Pedrito: Pedro Benedit, que ya pasa de los 30 y sigue un camino recto sin mirar atrás. No tiene cuentas pendientes ni remordimientos.
Pedrito cuenta también con el afecto de mucha gente, que va a nuestra zaga, intentando adquirirlo; pero él es de nuestra propiedad absoluta y no estamos dispuestos a compartirlo con nadie.
Creo que fue mi hijo Juan Ignacio quien primero se atribuyó la propiedad de Pedrito. Con el tiempo se convirtió en nuestro Pedrito.
Hay infinitos recuerdos y anécdotas de tantos años de amistad.
Lo evoco conduciendo, antes de los 20 años, un viejo y enorme Valiant con un agujero en el piso. Tenía ya un mechón de pelo blanco. Ahora tiene todo el pelo gris.
Es de talla media y fuerte contextura. Tiene la risa fácil, como toda persona limpia de corazón. Le gustan los animales.
Transporta caballos de un lugar a otro del país. No recuerdo si en Madrid, donde nos hemos visto varias veces, desplegaba alguna actividad relacionada con los caballos, pero estando con Juan Ignacio y María Soledad doy por sentado que sí..
De cualquier modo, tuvo mil y un trabajos, como todos nosotros. Y todos los hizo bien. Es serio y honrado a carta cabal, y siempre está dispuesto a hacer un favor.
Tiene un excelente sentido del humor. Yo no lo he visto nunca enfadado. Hemos pasado mis hijos, él, otros amigos y yo veladas inolvidables, recordando venturas y aventuras de otros tiempos que todavía se alojan en la planta noble de la memoria.
Hombre reservado, de pocas palabras, tiene siempre “le mot juste”.
Nuestro Pedrito es afortunado poseedor de las cualidades morales de aquellos a quienes desdeñan los sumos sacerdotes de la “high”.
Personaje de los que no abundan, de los que no se ven muchos, nuestro Pedrito se merece salir en los papeles, y en ellos le ponemos.

© José Luis Alvarez Fermosel

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