lunes, 16 de abril de 2012

"Espantás"

Allá por finales del siglo XIX hubo en España muchos toreros de rompe y rasga, entre ellos Rafael el Gallo y Joselito. Los dos eran hermanos. Los dos eran valientes. Joselito murió en la arena.
El Gallo era un poco maniático. Cuando un día no estaba en vena, o había visto u oído algo que le había impresionado –porque era muy supersticioso- se iba de la plaza, sin más, es decir, corriendo a toda velocidad.
Como era natural, se armaba un follón de no te menées. La Guardia de Asalto se llevaba preso a un Gallo que no parecía muy “echao p’alante”, al menos ese día. Pero le soltaban en menos de una semana.
El domingo siguiente, el torero hacía una faena espectacular. Y el otro, y el otro, y el otro…, y en el otro volvía a emprender una vergonzosa huída. Y de nuevo el escandalete.
El público de Madrid, con su característico ingenio, comenzó a llamar “espantás” a esas eventuales escapatorias del Gallo.
Cuando se le veía en la plaza, esperando al toro, la gente decía: “Con tal de que hoy no dé una de sus “ ‘espantás’”…
Pues bien, a mí me ha pasado lo que a Rafael el Gallo: que he dado una “espantá”.
Pero ya estoy de nuevo en la plaza esperando al toro, o a la crítica –la temida fiera que suele acometer al escritor-.
Ah, perdonen aquellos a quienes no les gustan las corridas de toros por haber utilizado una imagen taurina para explicar este mes y pico de ausencia que he dedicado a viajar por ahí.
Ya les contaré algunas cosas de las que he visto.

© José Luis Alvarez Fermosel

No hay comentarios: