El pirata inglés Francis Drake descubrió hace cinco
siglos el saliente rocoso de la costa atlántica argentina conocido como Cabo
Corrientes.
Los peñascos que emergen del mar allí muestran pintadas
amorosas, que no políticas-: Ramón ama a Helena –Helena con h, como la
Hélade eterna-; Nidia y Roberto, en el centro de un corazón atravesado
por una fecha; siempre te quise, Aurora… y firma Oscar, con melancolía
de despedida.
Tonos castaño-rojizos, telúricos, de gruta del
cuaternario en la milenaria roca color cáscara de huevo, que van carcomiendo
las olas.
Fantasmas de piratas, con Francis Drake a la cabeza,
aletean en el hábitat marítimo y romancesco.
Sobresale Cap Lob, batería rocosa que guarda recuerdos
de naves con la bandera negra con la calavera y las tibias cruzadas, cañoneos,
abordajes y tesoros en arcones de madera con flejes de hierro hundidos en el
fondo del mar.
Drake tenía apenas 30 años cuando, en 1575, navegó por
el Atlántico y pasó con su nao piratesca frente al actual paralelo 38 de la
América India.
Arriscado, depredador y sanguinario, el filibustero a
quien la realeza de la prepotente Britania otorgo patente de corso, fue un
insaciable saqueador de estas costas.
Desvalijó los galeones españoles que hacían la ruta de
las especias, tratando de llevar a buen
puerto los tesoros del Nuevo Mundo.
Mar del Plata
Drake recibió honores y riquezas de Inglaterra y se le
tributaron homenajes póstumos, En San Francisco
(Estados Unidos) llevan su nombre una avenida, un gran hotel e incluso
un colegio de enseñanza secundaria. En la ciudad alemana de Hornung una estatua
perpetúa su memoria. El mar de Hoces, descubierto por el navegante español Francisco
de Hoces en 1526, lleva su nombre.
Quizás haya sido Drake, por otra parte, el primer
hombre blanco que fijó su mirada en un paraje entonces inhóspito en el que,
andando el tiempo, se fundaría una ciudad llamada Mar del Plata.
A unos 400 kilómetros al sur de Buenos Aires, Mar del
Plata es hoy la principal ciudad balnearia del país. En verano se convierte en
la capital de la República, o poco menos.
Moderna, proteica, abigarrada y variopinta está teñida
de romanticismo. En una de sus playas se suicidó, internándose en el mar,
vestida de blanco y descalza, la poetisa argentina Alfonsina Storni.
Drake no era precisamente romántico sino, por lo
contrario, muy pragmático. Recorrió estas costas y confeccionó su carta
marítima –por lo general las robaba- tomando
como punto de referencia los accidentes geográficos más destacados.
“Cap Lob”
Un día
divisó con su catalejo miles de bultos negros que se azacaneaban en un rocoso
promontorio. Aproximó su barco y advirtió que los bultos eran lobos marinos. “¡Cap
lob!”, gritó en su mal español. Y desde entonces aquello fue “Cap Lob” para él.
El pirata
siguió viaje, llegó al Atlántico Sur y se convirtió en el primer inglés que
cruzó el estrecho de Magallanes.
En el
Pacífico prosiguió asaltando cuanto navio español se le ponía a tiro de cañón.
Al margen
de sus principales actividades, que eran el robo, el degollamiento y los
incendios de pequeños poblados indefensos, Drake descubrió el accidente costero
que bautizó como “Cap Lob”.
Franncis
Drake no murió espada en mano en la cubierta de su barco “Golden Hind”,
aguardando un abordaje. Terminó sus días, a los 53 años, en Portobelo (Panamá) a
causa de una disentería galopante.
Cuando se
fundó Mar del Plata, en 1874, “Cap Lob” fue rebautizado como Lobería Chica.
Después el
lugar se hizo habitable, incluso turístico, y se le llamó Cabo Corrientes.
Un gran
poeta argentino, Julio Huasi, que conoció muy bien esos parajes, se inspiró en
ellos para escribir un poema que comienza diciendo: “El maringote hizo
motín, tomó su nave y se fue con su brujúla infernal rumbo a los ángeles.
© José Luis
Alvarez Fermosel
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