martes, 26 de noviembre de 2013

Costas, galeones y filibusteros


El pirata inglés Francis Drake descubrió hace cinco siglos el saliente rocoso de la costa atlántica argentina conocido como Cabo Corrientes.  
Los peñascos que emergen del mar allí muestran pintadas amorosas, que no políticas-: Ramón ama a Helena –Helena con h, como la Hélade eterna-; Nidia y Roberto, en el centro de un corazón atravesado por una fecha; siempre te quise, Aurora… y firma Oscar, con melancolía de despedida.
Tonos castaño-rojizos, telúricos, de gruta del cuaternario en la milenaria roca color cáscara de huevo, que van carcomiendo las olas.
Fantasmas de piratas, con Francis Drake a la cabeza, aletean en el hábitat marítimo y romancesco.
Sobresale Cap Lob, batería rocosa que guarda recuerdos de naves con la bandera negra con la calavera y las tibias cruzadas, cañoneos, abordajes y tesoros en arcones de madera con flejes de hierro hundidos en el fondo del mar.
Drake tenía apenas 30 años cuando, en 1575, navegó por el Atlántico y pasó con su nao piratesca frente al actual paralelo 38 de la América India.
Arriscado, depredador y sanguinario, el filibustero a quien la realeza de la prepotente Britania otorgo patente de corso, fue un insaciable saqueador de estas costas.
Desvalijó los galeones españoles que hacían la ruta de las especias, tratando  de llevar a buen puerto los tesoros del Nuevo Mundo.

Mar del Plata

Drake recibió honores y riquezas de Inglaterra y se le tributaron homenajes póstumos, En San Francisco  (Estados Unidos) llevan su nombre una avenida, un gran hotel e incluso un colegio de enseñanza secundaria. En la ciudad alemana de Hornung una estatua perpetúa su memoria. El mar de Hoces, descubierto por el navegante español Francisco de Hoces en 1526, lleva su nombre.
Quizás haya sido Drake, por otra parte, el primer hombre blanco que fijó su mirada en un paraje entonces inhóspito en el que, andando el tiempo, se fundaría una ciudad llamada Mar del Plata.
A unos 400 kilómetros al sur de Buenos Aires, Mar del Plata es hoy la principal ciudad balnearia del país. En verano se convierte en la capital de la República, o poco menos.
Moderna, proteica, abigarrada y variopinta está teñida de romanticismo. En una de sus playas se suicidó, internándose en el mar, vestida de blanco y descalza, la poetisa argentina Alfonsina Storni.
Drake no era precisamente romántico sino, por lo contrario, muy pragmático. Recorrió estas costas y confeccionó su carta marítima –por lo general las robaba-  tomando como punto de referencia los accidentes geográficos más destacados.

“Cap Lob”

Un día divisó con su catalejo miles de bultos negros que se azacaneaban en un rocoso promontorio. Aproximó su barco y advirtió que los bultos eran lobos marinos. “¡Cap lob!”, gritó en su mal español. Y desde entonces aquello fue “Cap Lob” para él.
El pirata siguió viaje, llegó al Atlántico Sur y se convirtió en el primer inglés que cruzó el estrecho de Magallanes.
En el Pacífico prosiguió asaltando cuanto navio español se le ponía a tiro de cañón.
Al margen de sus principales actividades, que eran el robo, el degollamiento y los incendios de pequeños poblados indefensos, Drake descubrió el accidente costero que bautizó como “Cap Lob”.
Franncis Drake no murió espada en mano en la cubierta de su barco “Golden Hind”, aguardando un abordaje. Terminó sus días, a los 53 años, en Portobelo (Panamá) a causa de una disentería galopante.
Cuando se fundó Mar del Plata, en 1874, “Cap Lob” fue rebautizado como Lobería Chica.
Después el lugar se hizo habitable, incluso turístico, y se le llamó Cabo Corrientes.
Un gran poeta argentino, Julio Huasi, que conoció muy bien esos parajes, se inspiró en ellos para escribir un poema que comienza diciendo: “El maringote hizo motín, tomó su nave y se fue con su brujúla infernal rumbo a los ángeles.

© José Luis Alvarez Fermosel

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