Con el rifirrafe electoral y las subsiguientes
declaraciones, un día sí y otro también en los medios –sobre todo los
audiovisuales-, salieron a relucir expresiones que bastardean el lenguaje
español, mezclándose con las que ya hicieron callo desde hace mucho tiempo y no
hay quien las saque, ni con tenazas, de uno de los idiomas más ricos y más
hermosos del mundo, como el nuestro, que merece mejor trato.
Así, se oye decir mu por muy, toos por
todos, pueo por puedo, ta bueno por está bien, d‘acuerdo por
de acuerdo, cónyugue por cóyuge…
Ya no hay modo ni manera de convencer a nadie de que
confrontar no es sinónimo de enfrentar, sino de comprobar, verificar, cotejar...
En lo que se refiere a los significados, y por poner
un solo ejemplo, de la política ha salido el término contrucción –sin la
s intermedia- como proyecto, logro o partido.
Siguen vigentes los latiguillos de siempre, como éste,
no cierto, digamos, vuelvo a repetir, o vuelvo a reiterar
–alguien dijo el otro día: ¡Vuelvo a repetir otra vez!-, ¡a ver…!,
como que
María Elena Walsh decía en su excelente libro Diario
brujo: La indigencia de lenguaje es resultado del desbarajuste
educativo, es síntoma de profundas iniquidades, de un despojo cuyo solo
enunciado vale más que mil estadísticas. Tratar a fondo sus causas rebasa ya
las ciencias sociales e incumbe a la patología.
A continuación recordaba que los pobres y la gente de
humilde extracción en general suelen ser modelos de corrección, saben muy bien
lo que quieren decir, lo dicen bien y todo el mundo los entiende.
María Elena Walsh concluía atribuyendo el desmadre
lingüístico a gente educada, de clases media y alta que discursea sin sospechar
hasta donde es un predador de la sociedad civilizada. Y aquí chocamos una vez
más con la pedantería, la afectación, la ampulosidad, la vacuidad y la
suficiencia del esnob, personaje característico si los hay de estos locos
tiempos. ¡Qué loco, ché!
El mu, el toos y… “ainda mais” se han
puesto de moda. Y ya se sabe lo importante que es hoy en día seguir la moda a
rajatabla, la que sea.
© José Luis Alvarez Fermosel
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