lunes, 10 de febrero de 2014

Casablanca, vigente a los 60 años



Hace 60 años “Casablanca”, candidata a  ocho premios Oscar, recibía tres de las preciadas estatuillas y se convertía en un clásico que nunca dejará de serlo.
Pocas películas fueron tan vistas y tan aclamadas desde su estreno en el teatro Hollywood de Nueva York, el 16 de noviembre de 1942.
¿Por qué perduró su encanto, resistiendo el paso de las décadas hasta convertirse en mito?
No faltan las respuestas, entre ellas la que se apoya en el carisma intemporal del film; el guión, hecho a saltos de cigarra pero que al final resultó; el estupendo reparto y el mensaje cargado de emoción, capaz de conmover al público de cualquier edad y cualquier época.
La vimos por primera vez –de chicos- en el cine Cristal de Madrid, cerca de la glorieta de Cuatro Caminos, muchos años después de su estreno. Desde entonces no hemos dejado de verla, pues se reestrena cada tanto. Además, la tenemos en DVD, naturalmente. La veremos por enésima vez cualquier día de estos, más vigente que nunca.
Todos guardamos los datos en nuestros archivos y en nuestras memorias. Recordemos algunos, sin embargo.
Ganó tres Oscar: a la mejor película, al mejor director y al mejor guión adaptado. Fue producida por la Warner Bros. Su productor ejecutivo fue Hale Wallis. La dirigió Michel Curtiz, un húngaro emigrado que se llamaba en realidad Mijail Kertes. El guión se debió a Julius J. y Phillip G. Epstein y Howard Koch, la música a Max Steiner y la fotografía a Arthur Edeson. Dooley Wilson cantaba “Según pasan los años”, esa inolvidable melodía que hoy parece insustituible. El narrador fue Lou Marcello y la cinta, como se decía entonces, dura 102 minutos.

El elenco merece párrafo aparte

El elenco merece párrafo aparte. Los protagonistas fueron Ingrid Bergman, en el apogeo de su primera etapa americana, después de sus triunfos en Europa, y Humphrey Bogart, el duro “Bogey”, que sigue vivo, mas no como un frío ejercicio para memoriosos, sino como la obsesiva imagen de la hombría, el retrato por de más viril de una figura irrepetible en la que convergieron los elementos más dispares, que se ensamblaron sin un chirrido.      
Bogart no fue sólo un astro, sino un  hombre valiente, un tipo singular que vivió y murió con arreglo a sus propios códigos. “Era un héroe de Hemingway en carne viva”. La definición de Joe Hymas, uno de sus mejores biógrafos, es exacta. “Bogey” conformó un modelo de hombre cuya cualidad más definida fue tal vez la lucidez, sublimada hasta la amargura.
Volviendo al reparto, no podemos dejarnos en el tintero los nombres de Paul Henreid, Claude Rains, Conrad Veidt, Peter Lorre y Sidney Greenstreet. Casi todos ellos trabajaron después con Humphrey Bogart en otras películas que pasaron sin pena ni gloria.
La película es ciertamente algo más que una historia de amor frustrado, enmarcada en un melodrama patriótico que incluye el desarrollo de aventuras cosmopolitas en los años cuarenta -en plena Segunda Guerra Mundial-, en un Marruecos de “boîtes de nuit”, complots y convenciones. Exalta cualidades como el valor, el amor, el patriotismo, el espíritu de sacrificio y la lealtad. 
Todo el mundo vio “Casablanca”, así como todo el mundo iba al “Café Americain” de Rick.
Quizás quede alguno de los más jóvenes que no la haya visto aún y aproveche ahora, a los 60 años de haber recibido tres Oscar, para verla y para entender que, como dijo Jorge Auditore, los altibajos de su filmación y el surgimiento de la idea -¡ni qué hablar de la elección de los actores!-, constituyen en sí mismos una historia tan fascinante como la de sus personajes: seres entrañables que se mueven entre el amor y la lealtad.

© José Luis Alvarez Fermosel

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