Revuelvo mis aperos de escritura: las
plumas estilográficas, los lápices de madera amarilla, con la punta bien
afilada, los cuadernos, la agenda Moleskine, los diccionarios…
Cerca, la presencia rotunda del ordenador,
o la computadora, siempre de guardia, con su fulgor azul en conserva.
Así que todo está bien. Soy un dinosaurio,
pero no me estoy quedando.
Sino que los viejos hábitos perduran,
coexistiendo con los que nos obligó a incorporar la modernidad.
Hay también una pequeña pila de libros
sobre el escritorio, entre ellos “Librerías”, de Jorge Carrión –prestado por Ángels;
pienso devolvérselo- y “La cuna verde”, que me llega de manos de la querida
Natu Poblet, de Clásica y Moderna.
El autor de “La cuna verde” es Emilio
Poblet Diez, abuelo de Natu, que en unas pocas páginas agavilladas
primorosamente plasmó, quintaesenciadas, sus memorias, haciendo honor a la
sentencia de Gracián: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”.
Agradezco mucho este regalo de Natu. El
derrotero vital de Emilio Poblet de la cuna verde a la cama en el extranjero
está expresado con pulso firme, un terso lirismo, una nostalgia que conmueve y
un valor literario notable.
Emilio Poblet, nacido en Madrid, fue uno
de los muchos españoles que vinieron a estas cálidas tierras del Plata, a
principios del siglo XX. Le acompañaban sus cuatro hijos. Su mujer había muerto
sin cumplir aún 30 años.
Natu Poblet recuerda en el prólogo de “La
cuna verde” que su abuelo fundó en Buenos Aires la Librería Académica de Poblet
e Hijos, “(…) iniciando una dinastía de libreros que se prolongó hasta hoy, y a
la cual tengo el privilegio de pertenecer”
“Mi abuelo no pudo imaginar que a aquella
primera librería le seguiría la Clásica y Moderna, fundada en 1938 por uno de
sus hijos, y que, después de setenta y cinco años, el prestigio alcanzado por
esta última la convierte en uno de los referentes culturales más importantes de
la ciudad”, concluye Natu Poblet.
© José Luis Alvarez Fermosel
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