Murió
Jorge Jacobson a los 78 años de un ataque al corazón en Buenos Aires.
Almorzaba con hijas y nietos en un restaurante de la
barriada porteña de La Recoleta.
Con
él se nos va otro colega todo terreno, que trabajó en la mítica Crónica de
Héctor Ricardo García y en otros medios gráficos y luego pasó a la radio y a la
televisión, donde dejó muestras de su buen saber hacer, de su instinto
periodístico, su fenomenal habilidad para captar la noticia, procesarla,
redactarla y venderla. ¡Sabía hablar, además! ¡Se le entendía!
Entonces
se hacía así. Las primicias, las exclusivas tenían mucha importancia, lo mismo
que otros temas –no ya la política, la economía, el faranduleo huero y el
fútbol-.
Nuestros
jefes de redacción nos hablaban y no terminaban de las notas de vida, de interés
humano, de las llamadas notas de color, de las entrevistas a los viejos ídolos,
de la instantánea, del aguafuerte y, en materia de opinión del fondo –el
artículo de fondo-, del editorial –no la editorial, como se dice ahora-.
Jorge
era de los que no vacilaba en entrar por la ventana o disfrazarse de camarero,
con tal de conseguir la noticia, o por lo menos la foto y si no lograba la
entrevista, contaba como era el personaje y describía el ambiente con unos
pocos trazos impresionistas. Válido.
Era
bueno, tenía un sentido del humor soterrado que parecía propio de gallegos.
Solía decírselo y él se reía, un poco para dentro.
Fuimos
amigos, caíamos bajo algunos denominadores comunes, como el amor a los
animales. El tenía un gato recogido en la calle de recién nacido, con unas
orejas enormes, a quien llamaba Alfredo. Tenían una relación maravillosa. A
Alfredo no le faltaba más que hablar.
Trabajamos
juntos en la misma radio –en programas diferentes-, nos cruzábamos por los
pasillos, él siempre con prisas porque tenía que ir al canal.
El
corazón le dio un día un zambombazo y lo internaron. Fui a verle. Me lo
agradeció siempre.
La
última vez que lo vi iba a entrar en su coche. Charlamos unos pocos minutos. Iba
a llover. Ya no podremos charlar más, ni tomar juntos ese café que siempre nos
prometíamos.
Se
nos ha ido otro reportero de la vieja guardia. Y un excelente amigo.
© José Luis Alvarez Fermosel
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