Iba yo un día en automóvil por una
carretera de Castilla. De pronto me topé –no literalmente, no choqué- con un
carro tirado por un caballo.
El carretero había parado el carro, se
había puesto al costado del caballo y le estaba apaleando brutalmente.
Di marcha atrás, frené, salí del auto, me
situé al lado del energúmeno y detuve su bárbara práctica, no sin pensar que
tal vez escogiera una nueva víctima y me moliera a palos a mí. No lo hizo, tuve
suerte.
Le pregunté que por qué pegaba al pobre
animal con tanta saña. Nos enredamos en una conversación surrealista a más no
poder y al cabo me dijo que seguramente le había sentado mal el chorizo que
comió en una venta, kilómetros atrás. Del chorizo al palo. Hispánico, brutal,
irracional.
¿Qué le habrá dicho a Nietzsche el cochero
en la misma, o parecida situación? (1)
Lo de Carlos Marx fue cuestión de
forúnculos. Las pequeñas, y raras causas determinan a veces grandes y no menos
raros efectos.
Hay que leer detenidamente el artículo
“Los forúnculos de Marx”, del médico y escritor Omar López Mato, publicado en
el diario Perfil el 23 de agosto de 2O14.
(1) Nietzsche vio una vez en una calle de
Turín a un cochero que estaba maltratando su caballo. Rodeó el cuello del
equino con sus brazos y rompió a llorar, diciendo “Mutter ich bin dumm” (Madre,
soy tonto). Poco tiempo después perdió el habla y la consciencia hasta su
muerte en el cambio de siglo, en 1900.
© J. L. A. F.
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