Cinco proyectiles y una última y casi perdida oportunidad.
La frase, de extraordinario impacto y con un alto grado de suspenso, campeaba en una página de un viejo periódico –nada hay tan viejo como un diario de ayer…-, en donde también se veía, bajo el título, la fotografía en blanco y negro de cinco balas desordenadas sobre una mesa.
Las balas, de plomo, del 38 largo, pertenecían con toda probabilidad a un revólver Smith & Wesson pequeño, de cinco tiros, pero de los modernos, no de aquellos niquelados de cañón basculante y cachas de nácar que portaban los policías ferroviarios a finales del siglo XIX.
Las nueve palabras del texto, así como los cinco proyectiles, formaban parte de un anuncio que publicitaba una película.
A pesar del mucho tiempo transcurrido, no he olvidado la frase, tan inquietante; y a veces me parece estar viendo las balas, que eran de verdad y habían sido fotografiadas, no dibujadas, en un sombrío ambiente “ad hoc”.
Lo que no recuerdo es qué película –seguramente policiaca, o de acción- se anunciaba con esa frase y los cinco plomos tirados sobre una mesa como dados.
Tampoco me acuerdo del título del film, ni por qué no fui a verlo y me quedé sin saber la razón por la cual cinco balas de revólver constituían una última y casi perdida oportunidad, y para quién: lo más importante.
El anuncio, en su esquematismo, tan simplista y tan estudiado, creaba clima y, más aún, intriga. Era sencillo pero expresivo a más no poder. La foto y el texto se complementaban a la perfección.
Uno, que trabajó en publicidad varios años, hubiera querido ser el “copy writer” autor del aviso.
Se consuela pensando que a lo mejor la película era un pestiño. ¡Ah, pero el anuncio…! El anuncio era redondo.
El poder de la síntesis, lo más difícil.
© José Luis Alvarez Fermosel
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