Hay
mucho de lúdico, o mejor dicho de maníaco en el uso, por no decir el abuso de
los gadgets de la supermoderna
tecnología de las comunicaciones.
No
ya en la oficina, o en casa, hasta en el café, los medios de transporte, la
calle, todo el mundo anda con el teléfono móvil, la tableta o lo que sea puesto.
Hay
gente que entiende que todas esas cosas no son más que herramientas, no
juguetes, y las usa como tales. Y se pregunta si verdaderamente hay tanta
necesidad de comunicarse como para estar todo el día, o una buena parte de él
hablando por el celular, enviando mensajes de texto y tomando fotografías con
aparatos muy distintos de las viejas cámaras y también de las de última
generación.
Ya
di a conocer en este blog la estremecedora respuesta que me dio un muchacho
cuando le pregunté que qué haría si no tuviera teléfono celular: ¡Me moriría!, me respondió en el acto,
para añadir inmediatamente que no concebía la vida sin el movi.
Ha
surgido otra modalidad de robo al vuelo, específicamente en los transportes de
superficie y trenes: la de los teléfonos,
Blackberrries, etc. Ya se ha advertido al público.
La
exageración, la desmesura en la utilización de los nuevos instrumentos de
comunicación está dando lugar a trastornos mentales como la nomofobia, de la
que habla largo y tendido la nota relacionada de Ximena Casas publicada en el
diario El Cronista de Buenos Aires.
© J. L. A. F.
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