miércoles, 4 de diciembre de 2013

Atardecer en Escobar



Parecen los achaparrados árboles de la sabana africana; pero son árboles de los pagos de Escobar, alineados casi de cara al sol débil del crepúsculo vespertino, que tan buen juego da a escritores, pintores y fotógrafos.
Escobar es uno de los 135 partidos de la provincia de Buenos Aires. Dista 50 kilómetros de la Capital Federal. Recibió durante el gobierno de Arturo Illia la poética denominación de Capital Nacional de la Flor. Todos los años se celebra en esta ciudad la Fiesta Nacional de la Flor.
La fotografía resalta hábilmente el claroscuro, que desde Polignoto no deja de ocupar un lugar destacado en la pintura. Fotografiarlo parece más fácil que pintarlo, porque el claroscuro es fotogénico. Pero no cualquier fotógrafo puede hacer un cuadro de una foto, aunque luces y sombras estén a su favor.
Claroscuro. Luces tamizadas. En una parte del cielo, el sol parece disgregarse y caer en partículas sobre el paisaje, como cayó Júpiter, convertido en lluvia de oro, sobre el vientre de Danae para seducirla.
Otro retal del pálido cielo azul va tornándose rosa; y esta fusión cromática es ornamental y melancólica a la vez: lo último porque significa, o certifica que el día toca a su fin.
En cualquier caso, la foto es muy buena. Entre otras cosas porque demuestra que un paisaje humilde –apenas unos pocos árboles, retazos de cielo- puede ser tan grato a la vista y tan entrañable como cualquier otro lujoso de baobabs, cataratas, oscuras nubes preñadas de tormenta y otro cielo de color lapislázuli, condecorado por el prendedor de diamantes de la Cruz del Sur. 

Foto: © M. S. A. F.   

© José Luis Alvarez Fermosel

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