Hablaba
yo aquí hace unos días en clave de humor –con su miajita de ironía- de los
intelectuales a la violeta que se enchinchan cuando alguno de los suyos, o de
los intelectuales de verdad escriben de vez en cuando en las redes sociales, o
donde sea, de mascotas, esas cosas maravillosas del comercio y el bebercio y
de árboles, incluídos los de Navidad, que tanto se ven por todas partes en
estas fechas.
Traía
yo a colación a Pacho O´Donnell –prestigioso doctor en Medicina especializado
en Psiquiatría y Psicoanálisis, historiador, dramaturgo y polígrafo- como capaz
de escribir sobre cualquiera de los temas citados antes sin que se le cayeran
los anillos.
Hoy
releo su brillante y emotivo relato –o una de sus versiones- sobre su exilio en
Madrid durante parte de los años del gobierno militar argentino.
Es
una clase magistral publicada en la revista Noticias
de Buenos Aires el 7 de octubre de 2006, con el título El exilio político y económico, una constante de la Argentina
contemporánea.
En
un párrafo de ese excelente trabajo O´Donnell menciona el jamón de Jabugo
español. ¡Gastronomía!
En
cuanto a las mascotas, copio al pie de la letra otra parte del texto de
O´Donnell:
“Chester” era un labrador
negro de pura raza que una desaprensiva inglesa que regresaba a su país y no
deseaba llevarlo consigo lo arrojó en su apuro hacia el aeropuerto en brazos de
mis hijas que jugaban en la vereda. Una ayuda de Dios, seguramente conmovido
por nuestro infortunio. Era extraordinariamente inteligente e intuitivo y
cumplió varios roles a la perfección: guardián de la familia porque aprendió a
ser bravo y temible para los demás, reemplazó a las abuelas de nuestras
pequeñas cuando salíamos y quedaban a su cuidado con nuestra absoluta
confianza, fue el mejor compañero de juegos de Camila y Agustina sustituyendo a
los varios primos que habían quedado lejos, también un muy entretenido
compañero de viaje que alegraba con sus ocurrencias. Cuando regresamos por fin
a la Argentina con “Chester” todos esos roles fueron reasumidos por aquellos a
quienes les correspondían y por eso fue razonable, pero lamentable, que una
noche desapareciera para siempre. Su misión había sido cumplida como un
maravilloso ángel de la guarda y su memoria siempre se carga de emoción y
gratitud.
Hay
otras cosas en qué fijarse y acerca de las cuales escribir, además de la
política, la economía y lo que ahora ha dado en llamarse filosofía.
Tratar
de cosas de la vida, de las que le pasan a uno o de las que ve en la calle, de
cocina, de mascotas, de árboles de
Navidad o de cualquier árbol –la Argentina tiene unos árboles preciosos- no es
fútil, ni vacuo, ni trivial.
©
José Luis Alvarez Fermosel
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