viernes, 20 de diciembre de 2013

Especialmente Malena



Si Malena hubiera existido no habría cantado el tango como ninguna. Fue Nilda Vattuone, conocida artística y universalmente como Nelly Omar quien cantó esa popular y querida composición del dos por cuatro como ninguna.
Especialmente “Malena”, que dicen que un grande del tango, Homero Manzi, escribió para ella.
Se nos ha ido, a los 102 años, después de una etapa de padecimientos y confinamiento en una silla de ruedas.
No puedo reprimir un escalofrío: mi madre murió a la misma edad y en silla de ruedas sus últimos años. Le encantaba el tango. Cuando viajaba a Madrid le traducía los términos en lunfardo que salpican casi todos los tangos.
El férreo carácter de Nelly y su determinación la impulsaron a seguir cantando hasta el final, a pesar de sus limitaciones físicas. Ultimamente actuaba sólo en determinados acontecimientos y en festivales.
Era frontal y valiente. Soportó el exilio político y la tristeza del amor secreto: no hay peor sufrimiento.
Dice Horacio Salas en su libro “Homero Manzi y su tiempo”, en el capítulo “Nelly Omar: un largo adiós”:
“Durante muchos años, por atendibles razones de discreción, la cantante Nelly Omar se mantuvo en silencio respecto de su dilatada relación sentimental con Homero Manzi”.
Divorciada en 1943 del doctor Antonio Molina, Nelly comenzó su idilio con el escritor, político, periodista, cineasta y amante de la radio, la noche, el juego y el amor: uno de los personajes que más admiré siempre.
Nelly Omar bordaba la canción, cualquier tipo de canción, no sólo el tango. Pero, lógicamente, ponía todo su sentimiento en los tangos que Manzi escribió para ella: “Torrente”, “Fuimos”, “Solamente ella”, “Después”, “Sur”…
La llamada “La Gardel con pollera” recibió premios y honores y fue nombrada Embajadora del Tango en 2002.
“Malena” y “Sur” son para mí, que soy un gran aficionado al tango, los dos mejores.
Ya no podré escuchárselos a Nelly Omar, una extraordinaria artista y un extraordinario ser humano, cuya muerte me entristece profundamente.

© José Luis Alvarez Fermosel

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