Al intelectual leído y… “escribido”, como
mandan los cánones, que antes tenía tertulia en el bar La Paz –donde todo el
mundo pedía guerra- y en otros de los llamados “cafés de artistas”, no le
parece muy ortodoxo que quienes escriben lo hagan, aunque sólo sea alguna vez,
sobre temas que él considera de escaso, o nulo interés como la gastronomía, perros
y gatos –los de uno y los de otros-, obras de pintores famosos y atardeceres
con árboles que un fotógrafo hábil y con buen gusto convierte en cuadros.
Hay que escribir sobre cosas serias como,
en primer lugar, la política, la economía; y luego la filosofía, la literatura.
Los arbolitos de Navidad bien están para los “Christmas”.
La literatura de ayer, de hoy y de siempre
que cultivaron con excelsitud Proust, Thomas Mann, Milton, Fernando Arrabal y,
¡naturalmente!, James Joyce, con su “Finnegans Wake”. Borges, no: no fue lo
suficientemente oscuro. Además, era de derechas.
La literatura es una cosa muy fuerte, no es
cuestión de debilitarla con bagatelas. La literatura es privativa de los
intelectuales.
Siempre que oigo la palabra intelectual,
no es que saque la pistola –que no tengo-, sino que se me enciende el pelo.
Entonces me pongo a leer a Juan José Sebreli,
un pensador que supo enfrentar, con conocimiento de causa y decisión, las
corrientes políticas e intelectuales que metieron tanto ruido en su día, para
caerse enseguida a pedazos, como recordó el periodista Jorge Fernández Díaz –lo
cito casi al pie de la letra-.
La cultura
Pacho O’Donnell, que escribe en estos días
sobre treinta años en la vida y la cultura argentinas, sostiene que a pesar de
que le han definido como intelectual de acción, aborrece la palabra
intelectual. Asegura que, en todo caso, se identifica con Jauretche, que se
definía como un intelectual reo, y dice de sí mismo que abjura de los preceptos
y las pautas de la intelectualidad argentina, tan europeizada.
A O’Donnell -prestigioso médico argentino
especializado en psiquiatría y psicoanálisis, historiador, político y escritor-
no se le caerían los anillos por escribir un día sobre mascotas, o sobre gastronomía,
si es que no lo ha hecho ya.
He leído -entre otras obras de O’Donnell-,
un exhaustivo y emocionado relato de su exilio en Madrid, donde habla muy bien
de los españoles, que le acogieron con los brazos abiertos y le dispensaron su
simpatía y su afecto. Contaba anécdotas menudas, cosas de la calle y hechos de
interés humano con un estilo suelto, sencillo y colorido.
Escritores de primerísima línea españoles,
argentinos, latinoamericanos y de otras nacionalidades escribieron frecuentemente
sobre cocina, mascotas y árboles de Navidad y de los otros, como Antonio Gala, Francisco
Umbral, Manuel Vázquez Montalbán, Rosa Montero, Maruja Torres, Manuel Vicent,
Xavier Domingo, Nestor Luján…; Nicolás Cócaro, Osvalo Soriano y Roberto Fontanarrosa
–los tres argentinos, ya desaparecidos, por desgracia-; el peruano Vargas
Llosa, el chileno Jorge Edwards, el mexicano Carlos Fuentes…
Baudelaire escribión un poema titulado “Los
gatos”.
La intelectualidad
La literatura es un arte y su instrumento
es la palabra, o el conjunto de saberes que nos permiten leer y escribir
correctamente. (Entre paréntesis, lo último es muy infrecuente, en la
actualidad).
La literatura, los libros están presentes
en la red de redes, que aglutina grupos de libreros y difunde mucha literatura.
- Pero, la Intelectualidad…, ¿qué es la
intelectualidad?
- Para la revista “Noticias” –que se edita
en Buenos Aires- la palabra, el concepto de intelectual está más vapuleado que los títulos
nobiliarios. Quizás quiera decir que la intelectualidad va y viene y los que se
creen y autotitulan intelectuales son legión; y a ellos también los traen y los
llevan, y los vapulean -¡en sentido metafórico, naturalmente!-.
A continuación, y después de repasar parte
del brillante historial de Pacho O’Donnell, el semanario de Jorge Fontevechia
califica el término intelectual aplicado a O’Donnell de mote.
Según el diccionario de Manuel Seco,
Olimpia Andrés y Gabino Ramos, intelectual viene de inteligente.
El poeta y dramaturgo español José María
Pemán dijo en un artículo publicado en el diario monárquico español ABC: “El
hombre, aun habiéndose intelectualizado y civilizado tanto, tropieza a menudo
con seres animales, vegetales y minerales que parecen mejor dotados por la
Providencia”.
No creo, pues, que sea desdoroso, fútil o
frívolo para un intelectual dar una receta de cocina o escribir de vez en
cuando sobre mascotas y árboles, que son, por otra parte, de mucha utilidad
para el hombre, intelectual o no.
“… En Chicote un
agasajo postinero,
con la crema de la
intelectualidad,
y la gracia de
un piropo retrechero,
más castizo que
la calle de Alcalá.”
¿Por qué no
definir la intelectualidad como la palabra que figura en la parte final del
chotis “Madrid”, de Agustín Lara?
© José Luis Alvarez Fermosel
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