Una vieja copla gitana reza que el cariño verdadero no
se compra ni se vende. Ese cariño campea hoy en día en la cocina, más que en
cualquier otro lugar.
Cocineros y cocineras (perdón: ¡"chefs”!) aseveran que
cocinar es fundamentalmente una cuestión de cariño y que ahí está la madre del
cordero, por utilizar una expresión que nos parece que se ajusta más al tema
culinario.
Cariño, caricias, mimos, amor… al soberbio pimiento
rojo, a la anaranjada zanahoria, a la poderosa morcilla vasca e incluso al robusto
pero insulso nabo, y conste que no queremos hacer ninguna alusión a nada ni a
nadie.
Que a uno le guste cocinar, que lo haga con cuidado,
con esmero, que piense en la satisfacción que le va a dar a su familia, o a sus
amigos comer lo que uno ha preparado, es una cosa; derrochar cariño entre los cacerolas
y las sartenes nos parece, cuando menos, exagerado.
Pero el cariño cocineril se ha convertido en un
topicazo que resuena por todas partes como un toque de clarín. Hay que
soportarlo porque es “cool”.
Otra cosa: estos “chefs” cariñosos y mediáticos dicen
siempre -y machaconamente- agregar. No es porque no haya sinónimos de ese
verbo, que los hay, entre ellos añadir, incorporar, sumar, adicionar, anexar,
poner, echar... Pero, claro, suena mucho más fino agregar.
Sellar
Lo mismo pasa con el sofreir, saltear, saltar o dorar
de toda la vida. Ahora se dice sellar, lo cual evoca cartas selladas con
estampillas multicolores con retratos de personajes famosos o vistas de
paisajes remotos y bellísimos, y trae también a nuestra memoria enigmáticas
esquelas lacradas con gruesas sortijas de sello de metal noble.
A estas alturas ya habrá quedado claro que lo que a mí
me pasa es que soy antiguo, razón por la cual, gustándome la cocina como me
gusta, guiso pero no diseño, ni me preocupo demasiado de los volúmenes -jamás
me gustó la Geometría- y utilizo un cuenco y no un “bowl”, palabra inglesa que
suele pronunciarse mal y cuyo plural se ha convertido en “bols” o “boles”.
Y aquí es donde resisto como un bravo la tentación de hacer un juego de
palabras…
Como hombre perteneciente a épocas remotas, para mí
tal o cual vino le va bien a tal o cual guiso y lo digo así, lo que significa
que estoy completamente “out”, porque ahora se habla del “maridaje” entre vinos
y viandas en las casas, naturalmente en los medios audiovisuales y en el
restaurante, que hoy es “restó” y en el cual se “realizan” ocasionalmente “eventos”.
Me resisto a ponerme idiomáticamente al día en la
cocina y en otros lugares, así que en cualquier momento me colgarán la etiqueta
de “friki” –que en realidad se escribe “freak” en inglés-.
© José Luis Alvarez Fermosel
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