sábado, 31 de mayo de 2014

Un buen día



Me acuerdo de la deliciosa película “One fine day”, título que podría traducirse como “Un  buen día”, o menos literalmente, “Un día inolvidable”. La protagonizaban Michelle Pfeiffer y George Clooney y la dirigió Michael Hoffman.
Pues bien, ayer fue para mí un buen día. Al principio de la tarde tomé café con Daniel Marque en el Tortoni. Daniel es un hombre encantador: sencillo, sin complicaciones, muy bien educado, discreto, con sentido común, detallista: una bellísima persona, en suma.
Acaba de regresar de España de un maravilloso viaje que ha hecho con su hija. Me trae una botella de vino fino La Ina. Practica la elegancia social del regalo.
Me iré bebiendo ese estupendo jerez copa a copa, brindando por él.
Del café Tortoni me fui a la relojería de Norma, en la calle Libertad, a recoger unos relojes que le había dejado en arreglo. Ni que decir tiene que los relojes quedaron como nuevos. Me cobró por el arreglo un precio por de más razonable.
Norma es una excelente mujer, que lleva su negocio con mano maestra, tan firme como su carácter. Es bondadosa, simpática, servicial, jamás se enfada, ni pierde el sentido del humor.

La vida es un trayecto

Norma me regala un llavero. Unido por una cadenita al aro donde se ponen las llaves hay un cuadrito de acrílico en el que se lee: “La realidad de la vida nos habla en silencio” y “La vida no es una meta, sino simplemente un trayecto”.
Me encuentro con Maite en un café de la Avenida de Mayo, casi enfrente del Tortoni. Nos vamos a Arturito, en la calle Corrientes, casi esquina con la Avenida Nueve de Julio, a comer un cocido, o un puchero, como se dice en estas playas.
Una buena decisión, porque llueve a manta.
En la manzana donde está hoy el restaurante Arturito había a finales del siglo diecinueve una pulpería en forma de rancho y una posta de carretas.
Compruebo que siguen los mismos camareros de cuando yo iba con Lolo Bourse Herrera, Alejandro Sáez Germain, “Poroto” Botana y otros conspicuos plumíferos amigos.
No parece haber pasado el tiempo por los mozos, que siguen igual de eficientes y amables.
Da gusto ir a lugares así, donde le atienden a uno tan bien.
En fin, que ayer fue para mí “one fine day”, un buen día.

© José Luis Alvarez Fermosel

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