Ahora resulta que el vino no es
beneficioso para la salud, como se ha dicho y repetido hasta el cansancio.
Es cierto, sí, que el vino, como las
ostras, las moras, el maíz y las nueces posee una sustancia antioxidante
llamada resveratrol. No sirve para nada.
No previene el cáncer, ni las enfermedades
cardio y cerebro vasculares, ni mucho menos las cura, ni prolonga la vida útil
del hombre, como se viene diciendo desde hace años. Nada, sólo “marketing”.
Del resveratrol se llegó a decir que era “la molécula de la
eterna juventud”.
Una exageración procedente de los elogios
prodigados a ese componente del vino que no se corresponden con la realidad.
Esto ha dicho el doctor Richard Semba, de
la Facultad de Medicina de la Universidad John Hopkins de Baltimore (Maryland,
Estados Unidos), en un informe ampliamente divulgado en todo el mundo.
Semba, empero, dejó una puerta abierta a
la esperanza al añadir que tampoco es dogma de fe que el resveratrol que
contienen el vino tinto, el chocolate negro y algunos frutas carezca de
virtudes que ayuden a prevenir ciertas enfermedades.
Un día una cosa y otro día
otra
Quienes seguimos pensando que en el vino
(está) la verdad, continuaremos haciéndole los honores, a pesar de lo mal que
está saliendo últimamente. Es cada día
peor y cada día está más caro.
El vino ha de ser bueno para el hombre,
aunque ahora se haya descubierto que no tiene las cualidades profilácticas que
se le atribuyeron.
Médicos, enólogos, dietistas,
publicitarios, ingenieros agrónomos, vitivinicultores, críticos gastronómicos y
esencialmente supuestos conocedores y esnobs nos llevaron por sendas jalonadas
por síes y noes acerca de si el vino es bueno para esto, lo otro y lo de más
allá o si, por lo contrario, es perjudicial para todo, sin que importe la
cantidad que uno beba.
Que si los dos vasitos de vino tinto al
día son mejores que la aspirina para evitar los infartos, que si el llamada
vino generoso es reconstituyente, que no hay nada mejor para el resfriado que
el vino cocido con miel -¡que es tan rico!-, que a los niños hay que darles un
poco de vino diluído en bastante agua, porque eso les hace mucho bien y tantas
otras cosas por el estilo, que se creyeron a pie juntillas todo la vida en los
países productores y consumidores de vino, no tienen motivo ni fundamento ni
viso alguno de verosimilitud; fueron desmentidas por los científicos.
Se juega con el vino, al que se añaden
sustancias que aceleran su añejamiento, y así puede sacarse enseguida, ponerlo
en el mercado y exportarlo.
¡Con el vino no se juega, oigan! ¡Y menos
con el consumidor!
© José Luis Alvarez Fermosel
Notas relacionadas:
Del autor:
No hay comentarios:
Publicar un comentario