lunes, 19 de mayo de 2014

El fiasco del resveratrol



Ahora resulta que el vino no es beneficioso para la salud, como se ha dicho y repetido hasta el cansancio.
Es cierto, sí, que el vino, como las ostras, las moras, el maíz y las nueces posee una sustancia antioxidante llamada resveratrol. No sirve para nada.
No previene el cáncer, ni las enfermedades cardio y cerebro vasculares, ni mucho menos las cura, ni prolonga la vida útil del hombre, como se viene diciendo desde hace años. Nada, sólo “marketing”.
Del resveratrol  se llegó a decir que era “la molécula de la eterna juventud”.
Una exageración procedente de los elogios prodigados a ese componente del vino que no se corresponden con la realidad.
Esto ha dicho el doctor Richard Semba, de la Facultad de Medicina de la Universidad John Hopkins de Baltimore (Maryland, Estados Unidos), en un informe ampliamente divulgado en todo el mundo.
Semba, empero, dejó una puerta abierta a la esperanza al añadir que tampoco es dogma de fe que el resveratrol que contienen el vino tinto, el chocolate negro y algunos frutas carezca de virtudes que ayuden a prevenir ciertas enfermedades.

Un día una cosa y otro día otra

Quienes seguimos pensando que en el vino (está) la verdad, continuaremos haciéndole los honores, a pesar de lo mal que
está saliendo últimamente. Es cada día peor y cada día está más caro.
El vino ha de ser bueno para el hombre, aunque ahora se haya descubierto que no tiene las cualidades profilácticas que se le atribuyeron.
Médicos, enólogos, dietistas, publicitarios, ingenieros agrónomos, vitivinicultores, críticos gastronómicos y esencialmente supuestos conocedores y esnobs nos llevaron por sendas jalonadas por síes y noes acerca de si el vino es bueno para esto, lo otro y lo de más allá o si, por lo contrario, es perjudicial para todo, sin que importe la cantidad que uno beba.
Que si los dos vasitos de vino tinto al día son mejores que la aspirina para evitar los infartos, que si el llamada vino generoso es reconstituyente, que no hay nada mejor para el resfriado que el vino cocido con miel -¡que es tan rico!-, que a los niños hay que darles un poco de vino diluído en bastante agua, porque eso les hace mucho bien y tantas otras cosas por el estilo, que se creyeron a pie juntillas todo la vida en los países productores y consumidores de vino, no tienen motivo ni fundamento ni viso alguno de verosimilitud; fueron desmentidas por los científicos.
Se juega con el vino, al que se añaden sustancias que aceleran su añejamiento, y así puede sacarse enseguida, ponerlo en el mercado y exportarlo.
¡Con el vino no se juega, oigan! ¡Y menos con el consumidor!

© José Luis Alvarez Fermosel

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