Pero
se quedó corto; no quiso decírnoslo todo para que no nos muriéramos de espanto.
Lo
mismo le pasó a Emilio Salgari con sus Maravillas
del año 2000.
Escribió
como dicen que tienen que torear los toreros: en corto y por derecho.
Se
llamaba Ray Bradbury, era americano de California, tenía 91 años.
No
fue uno de los mejores escritores de ciencia ficción, sino de fantasía, de realismo
épico. Uno lo leía, se estremecía y se daba cuenta de que estaba iluminado por
un resplandor especial que venía de un raro lugar azul y frío.
No
ha muerto, como dicen. Se ha ido a otra galaxia, harto de vivir en este mundo
vacuo, deshumanizado e idiota. O quizá esté en su asteroide (1).
Desde
allí nos observará como un entomólogo a sus insectos. Ya está a salvo.
Mientras
tanto, Montag (2) se ha dado una tregua.
(1) Alusión
al asteroide llamado Bradbury en su honor
(2) Personaje
principal de la que quizá fuera su obra más famosa: Fahrenheit 451.
© José Luis Alvarez Fermosel
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