Hablábamos el otro día de mujeres de rompe
y rasga inmortalizadas por coplas, tonadillas y versos que interpretaron cantantes
igualmente bravías.
Una de esas hembras de aquí te espero, muy
conocida en su época en España, sobre todo en Andalucía, fue La Petenera, de
carácter alegre y ardiente. Era de una belleza increíble. Tenía fama de come
hombres.
Esta es una de las muchas leyendas a que
dio lugar:
Dos de sus más apasionados admiradores se
destacaban en su deseo de lograr sus favores, como se decía en el delicuescente
lenguaje de la época -esto pasó hace muchos años-.
Los hombres en cuestión eran Gabriel, “El
de los lunares”, y don Juan José, un “payo” -nativo de Andalucía sin
ascendencia gitana- de Sanlúcar de Barrameda (al noroeste de Cádiz, una de las
ocho provincias andaluzas, al sur de España).
La Petenera coqueteaba por igual con los dos.
Juan José dejó por ella su novia, su cortijo y su hacienda. Sólo pensaba en
ella y la seguía a todas partes.
Hasta que un día, en las fiestas del
pueblo –baile y vino de Jerez-, La Petenera se topó con sus dos pretendientes, que
ciegos de celos empuñaron sus navajas de muelles y se enzarzaron en una fiera reyerta.
En un momento dado, La Petenera se
interpuso entre los dos. Juan José, accidentalmente, le asestó una cuchillada en
el costado izquierdo que iba dirigida a su contrincante.
La Petenera murió desangrada, asistida por
los dos rivales que dejaron de serlo ante la culminante mediación de la Muerte.
Desde entonces ronda una copla por toda
Andalucía:
“Al llegar la medianoche, La Petenera se ha muerto.
¡Qué está viva y no está viva, porque por amor se ha muerto!”
Federico García Lorca y el gran letrista de coplas Rafael de
León cantaron a La Petenera, que tiene una estatua (ilustración) en Paternera
de la Rivera, Cádiz.
© José Luis Alvarez Fermosel
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