sábado, 28 de junio de 2014

Farewell, dear Dereck



Hablaba perfectamente español con un ligero acento inglés. Hablaba y escribía los dos idiomas con tal corrección que era un placer escucharle y leerle en ambos.
Esa faceta idiomática, cultural, suya; su físico imponente y su barbita entrecana a lo Van Dyck eran lo que le peculiarizaba en un primer vistazo.
Luego uno no podía dejar de convertirse en amigo suyo, compartir el champán –merecido en la victoria, necesario en la derrota- y admirar su crónica gastronómica, de la que era un maestro; y de la crítica también, aunque la administraba con sordina.  
Nos referimos a Dereck Foster, periodista, “gourmet” y “gourmand”, por sobre todo hombre bueno y poseedor de un magnífico sentido del humor, entre otras virtudes de la inteligencia y del alma que si las consignáramos aquí una por una nos faltaría espacio.
Dereck Foster ha muerto y “The Buenos Aires Herald” ya no será el mismo, ni el bar del hotel Plaza recogerá los ecos de su risa sincopada al atardecer, cuando todos los gatos son pardos.
Fue uno de los pioneros de la crítica de la conversión de comidas en manjares y de la elaboración de vinos; en lo que respecta a los últimos dio más de una vez en el clavo cuando no todos los que hablaban del tema lo hacían con verdadero conocimiento.
Pero, eso sí, opinó siempre con humildad y nunca ofendió a nadie, como hicieron otros.
Le despedimos con gran tristeza. La memoria dolorida evoca muchos buenos ratos pasados en su compañía, en hoteles y restaurantes de todas las estrellas y en tascas de vinazo y moscas.

© José Luis Alvarez Fermosel

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