Retorna el verbo humillar a la crónica en
este mundial de fútbol de 2014; y la tizna, la ensucia.
El verbo en cuestión se conjuga en la
radio, la televisión, aparece impreso en los medios gráficos y va y viene por las
redes sociales: tal equipo humilló a tal otro. Le metió tantos goles.
Los cronistas deportivos, o de fútbol, o
muchos de ellos entienden que vencer es lo mismo que humillar.
No es así. Un partido de fútbol, un
combate de boxeo o cualquier otro enfrentamiento –no confrontación, que no es
lo mismo- es una justa deportiva y en ella tiene que imperar la caballerosidad.
El ganador humilla al perdedor cuando le
hace de menos, o le echa en cara de mala manera su derrota, o le insulta. No
cuando le gana en buena ley y como mandan los cánones, que es lo que hay que
hacer.
El que triunfa ha de ser amable con el que
pierde, y éste debe aceptar su descalabro y ser el primero en felicitar al
ganador. Unas veces se gana y otras se pierde. Los españoles tienen un dicho: En
la mesa y en el juego se conoce al caballero. El juego en este caso es el
fútbol.
La “primer” vez
Quizás utilizan el verbo humillar tan
erróneamente –o con tanta y tan injustificada prepotencia- los mismos que
confunden el (artículo) editorial con “la” (empresa) editorial, o que dicen
“primer” vez por primera vez, “hace quince días atrás”, en lugar de hace quince
días, o quince días atrás, o “si tendria”, en vez de si tuviera, o “imprimir”
las medallas del Mundial, en lugar de acuñarlas en la Casa de Moneda, y no en
“La Casa de la Moneda”, o se comen las eses o dicen “mu” por muy, o “toos” por todos.
Todo esto y otras cosas más por el estilo
las oímos a diario a presentadores y reporteros de radio y televisión, por no
hablar de encumbrados políticos, que también hacen su aporte. Uno de estos dijo
el otro día, sin ir más lejos, “desdicieron”, en lugar de desdijeron.
María Elena Walsh dijo textualmente en su
delicioso libro “Diario Brujo” que “los
pobres –hoy llamados carecientes porque el eufemismo es el oropel de la
hipocresía, digamos mejor los desposeídos- suelen ser modelos de corrección,
saben muy bien lo que quieren comunicar y todo el mundo los entiende. Muchos
son provincianos o de diversos países hispanohablantes, otros disfrutaron de
una excelente enseñanza primaria”: el buen colegio, al que nos referimos
con frecuencia.
La gran escritora, compositora y cantante
argentina atribuía el “desmadre lingüístico” a gente relativamente educada, en
general de clase media.
Y calificaba de predadores de la sociedad
civilizada a los “intelectuales” que hablan como loros con un escaso
vocabulario, pronuncian mal infinidad de palabras, introducen barbarismos, se saltan a la torera normas de
concordancia y cometen otros muchos y gruesos errores que se incrustan en el
habla y la escritura y se ponen de moda, por el boca a oreja.
© José Luis Alvarez Fermosel
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