Muchas son las ceremonias propias de la
Noche de San Juan, la víspera del 24 de Junio, pero todos giran en torno al
ensalzamiento del fuego.
Este es el festival del fuego por
antonomasia, hasta el extremo de que el culto pagano a la lumbrada se conservó
más que otras fiestas. La costumbre popular mantuvo su práctica en el
cristianismo, aunque éste nunca pudiera dar una explicación religiosa
convincente de dicho hábito.
La noche del solsticio es realmente la del
21 de Junio, aunque la Iglesia lo adaptó a la festividad de San Juan Bautista.
Otra de las costumbres que dio a esta
fiesta la condición de verbena fue la practicada en algunos lugares por las
mozas casaderas, consistente en recoger flor de verbena a las doce de la noche
la víspera de San Juan, en la creencia de que así conseguirían el amor del
deseado por su corazón.
Igualmente existían numerosos ritos y
filtros de amor en torno a dicha planta.
De la pareja que saltaba unida por la
manos una hoguera se decía que se procuraba así felicidad y buena fortuna.
Según otra costumbre, las mozas arrojaban
por encima de las llamas a sus parejas guirnaldas trenzadas por ellas mismas.
Sus amados tenían que atraparlas en el aire antes de que cayeran al fuego.
Esas tiaras se guardaban como talismanes y
ocasionalmente se quemaba alguna cinta en el hogar, a fin de lograr protección para
sus habitantes y animales de labor.
En las ciudades con puerto de mar algunos
grupos se introducen en las olas, tras sus ceremonias, comulgando por un corto
tiempo con el agua y recibiendo de ella otro tipo de fuerza que sólo puede
reconocerse como netamente femenina y vinculada con la simbología de la diosa Fortuna.
© J. L. A. F.
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