La familia Birling termina de cenar en su casa de la pequeña ciudad industrial inglesa de Brumley. Se celebra el compromiso matrimonial de Sheila Birling con Gerald Croft. Año 1912.
Están sentados a la mesa Arthur Birling (acaudalado industrial, juez y ex alcalde de Brumley, que aspira a un título nobiliario), su mujer Sybil (pilar de la Sociedad Femenina de Beneficencia de Brumley), los hijos de ambos, Eric y Sheila, y Gerald Croft (hijo de Sir George Croft, amigo y competidor en negocios de Birling).
La atmósfera cálida, confortable, congratulatoria, se rompe por la súbita llegada de un extraño: un inspector de la policía local apellidado Goole. Hace dos horas se ha suicidado una joven llamada Ana Smith, al ingerir una considerable cantidad de desinfectante.
El policía comienza su encuesta. Nadie conoce a la muchacha. Goole, más que incisivo, se muestra avasallador, casi brutal.
Poco a poco, sale a relucir la verdad. Una serie de acontecimientos, consignados por la joven en un diario que llevaba, le indujeron a quitarse la vida. Cada uno de esos hechos ha sido provocado, aunque no adrede, por los asistentes a la reunión de esa noche. Nadie, ni nada es lo que parece. Todos han abusado de sus privilegios.
Birling resulta ser un tirano, Sybil es una fanática intransigente, Sheila una chica malcriada y egoísta, Gerald un embustero y Eric un borracho y un ladrón. Terminado el interrogatorio, el inspector se va.
La familia no da crédito a lo que acaba de pasar. Terminan por autoconvencerse de que su visitante no pertenece a la policía y nada de lo que ha revelado ocurrió en realidad.
Gerald telefonea al hospital, donde le confirman que esa noche no ha muerto ninguna muchacha. Por su parte, la policía de la localidad manifiesta que no conoce a ningún inspector Goole. Al parecer, todo es una trama urdida para descalificar a los Birling. El ambiente vuelve a tranquilizarse.
Momentos después suena el teléfono. Una muchacha ha muerto en camino al hospital, después de haberse tragado un desinfectante. Un inspector de policía se dirige a la casa de Birling para recabar informes.
La obra se titula en inglés, su idioma original, “An inspector calls”. Se tradujo al español como “Ha llegado un inspector”.
Fue escrita –sólo en una semana- en el invierno de 1944 por John B. Priestley. No pudo estrenarse hasta el verano de 1945, en el Londres arrasado por los bombardeos de la aviación alemana durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). En octubre de 1946 inauguró la temporada teatral del London Old Vic. La crítica la recibió sin entusiasmo. Posteriormente se representó con gran éxito en París, Nueva York y Buenos Aires. La obra fue editada por Aguilar en Madrid y por Losada en Buenos Aires.
La pieza constituye, quizás, el primero y único retrato que se tenga de un escalofriante detective que opera en la cuarta dimensión. No es una historia de fantasmas, a lo Henry James, sino uno de los estudios de Priestley sobre el tiempo. Goole no es una sombra incorpórea, es una fría y alucinante realidad fuera del contexto del tiempo. También, se revela como uno de los más característicos policías, enérgicos y antipáticos de la típica ficción policial británica.
John Boynton Priestley nació en 1894 en Bradford –ciudad que disfraza de Brumley en “Han llegado un inspector”-. Murió en Stratford Upon Avon en 1984. Fue un “all-round writer”, lo que quiere decir que cultivó varios géneros literarios. Tuvo una niñez tranquila, en un ambiente moderadamente socialista. Combatió en el frente francés con el décimo batallón del regimiento del duque de Wellington en la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Fue herido en 1916. Meses después se reincorporó a su regimiento. Afectado por el gas de iperita que usaban los alemanes fue evacuado del frente, antes del fin de la contienda. Al terminar la guerra ingresó en el Trinity Hall de Cambridge, donde estudio política, historia y literatura. Su novela “The good companions” (“Los buenos compañeros”) lo catapultó a la fama en 1929. Durante la Segunda Guerra Mundial fue locutor de la BBC de Londres.
Están sentados a la mesa Arthur Birling (acaudalado industrial, juez y ex alcalde de Brumley, que aspira a un título nobiliario), su mujer Sybil (pilar de la Sociedad Femenina de Beneficencia de Brumley), los hijos de ambos, Eric y Sheila, y Gerald Croft (hijo de Sir George Croft, amigo y competidor en negocios de Birling).
La atmósfera cálida, confortable, congratulatoria, se rompe por la súbita llegada de un extraño: un inspector de la policía local apellidado Goole. Hace dos horas se ha suicidado una joven llamada Ana Smith, al ingerir una considerable cantidad de desinfectante.
El policía comienza su encuesta. Nadie conoce a la muchacha. Goole, más que incisivo, se muestra avasallador, casi brutal.
Poco a poco, sale a relucir la verdad. Una serie de acontecimientos, consignados por la joven en un diario que llevaba, le indujeron a quitarse la vida. Cada uno de esos hechos ha sido provocado, aunque no adrede, por los asistentes a la reunión de esa noche. Nadie, ni nada es lo que parece. Todos han abusado de sus privilegios.
Birling resulta ser un tirano, Sybil es una fanática intransigente, Sheila una chica malcriada y egoísta, Gerald un embustero y Eric un borracho y un ladrón. Terminado el interrogatorio, el inspector se va.
La familia no da crédito a lo que acaba de pasar. Terminan por autoconvencerse de que su visitante no pertenece a la policía y nada de lo que ha revelado ocurrió en realidad.
Gerald telefonea al hospital, donde le confirman que esa noche no ha muerto ninguna muchacha. Por su parte, la policía de la localidad manifiesta que no conoce a ningún inspector Goole. Al parecer, todo es una trama urdida para descalificar a los Birling. El ambiente vuelve a tranquilizarse.
Momentos después suena el teléfono. Una muchacha ha muerto en camino al hospital, después de haberse tragado un desinfectante. Un inspector de policía se dirige a la casa de Birling para recabar informes.
La obra se titula en inglés, su idioma original, “An inspector calls”. Se tradujo al español como “Ha llegado un inspector”.
Fue escrita –sólo en una semana- en el invierno de 1944 por John B. Priestley. No pudo estrenarse hasta el verano de 1945, en el Londres arrasado por los bombardeos de la aviación alemana durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). En octubre de 1946 inauguró la temporada teatral del London Old Vic. La crítica la recibió sin entusiasmo. Posteriormente se representó con gran éxito en París, Nueva York y Buenos Aires. La obra fue editada por Aguilar en Madrid y por Losada en Buenos Aires.
La pieza constituye, quizás, el primero y único retrato que se tenga de un escalofriante detective que opera en la cuarta dimensión. No es una historia de fantasmas, a lo Henry James, sino uno de los estudios de Priestley sobre el tiempo. Goole no es una sombra incorpórea, es una fría y alucinante realidad fuera del contexto del tiempo. También, se revela como uno de los más característicos policías, enérgicos y antipáticos de la típica ficción policial británica.
John Boynton Priestley nació en 1894 en Bradford –ciudad que disfraza de Brumley en “Han llegado un inspector”-. Murió en Stratford Upon Avon en 1984. Fue un “all-round writer”, lo que quiere decir que cultivó varios géneros literarios. Tuvo una niñez tranquila, en un ambiente moderadamente socialista. Combatió en el frente francés con el décimo batallón del regimiento del duque de Wellington en la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Fue herido en 1916. Meses después se reincorporó a su regimiento. Afectado por el gas de iperita que usaban los alemanes fue evacuado del frente, antes del fin de la contienda. Al terminar la guerra ingresó en el Trinity Hall de Cambridge, donde estudio política, historia y literatura. Su novela “The good companions” (“Los buenos compañeros”) lo catapultó a la fama en 1929. Durante la Segunda Guerra Mundial fue locutor de la BBC de Londres.
Fuente: "El libro de los detectives", de Janet Pate, Webb & Bower Ltd. Ed.
© Traducción y transcripción: José Luis Alvarez Fermosel
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