Del Harry’s Bar de Venecia, situado en las inmediaciones de la Plaza de San Marcos, surgieron un original plato de carne y un cóctel muy agradable, y poco o nada perjudicial para la salud, porque no lleva mucho alcohol.
Corría el año 1950, se acababa de celebrar en Venecia una exposición de cuadros del pintor Vittorio Carpaccio, figura consular del primer Renacimiento italiano, de quien hemos hablado en otra parte de este blog.
Un día cayó por el Harry’s Bar la condesa Amalia Nani Mociniego. El dueño del local, Giuseppe Cipriani, sabía que la aristócrata italiana no podía comer carne asada por prescripción facultativa.
Inspirándose en los tonos rojos de algunos cuadros de Carpaccio, y acuciado por el deseo de complacer a una de sus clientas favoritas, Cipriani tomo un lomo de res, lo cortó crudo, en lonchas muy finas, lo aderezó con aceite de oliva, sal, pimienta, zumo de limón, le añadió queso parmesano y se lo ofreció a la condesa, que hizo los honores al plato, fruto de la capacidad de improvisación y el gusto por algunos exponentes de la pintura clásica de un buen cocinero.
El carpaccio figura desde entonces en las cartas de todos los restaurantes del mundo. No sólo se hace de carne, sino también de pescado. Y un restaurante de Dresde (Alemania) lo prepara con patatas.
Anteriormente, el ingenioso Cipriani había creado el cóctel Bellini, que lleva champán y rodajas de durazno. Esta vez se acordó del pintor Giovanni Bellini para darle nombre a la mezcla.
Giovanni Bellini, alumno y colaborador de su padre, Jacopo, fue el gran renovador de la pintura veneciana. En su taller se formaron dos generaciones enteras de artistas. La obra de Giovanni Bellini es muy rica en versiones de su tema predilecto: la Vírgen con el Niño, retratos y retablos.
El Harry’s Bar es patrimonio artístico de Italia y fue honrado por la municipalidad de Venecia. Hemingway fue uno de sus más conspicuos clientes.
Corría el año 1950, se acababa de celebrar en Venecia una exposición de cuadros del pintor Vittorio Carpaccio, figura consular del primer Renacimiento italiano, de quien hemos hablado en otra parte de este blog.
Un día cayó por el Harry’s Bar la condesa Amalia Nani Mociniego. El dueño del local, Giuseppe Cipriani, sabía que la aristócrata italiana no podía comer carne asada por prescripción facultativa.
Inspirándose en los tonos rojos de algunos cuadros de Carpaccio, y acuciado por el deseo de complacer a una de sus clientas favoritas, Cipriani tomo un lomo de res, lo cortó crudo, en lonchas muy finas, lo aderezó con aceite de oliva, sal, pimienta, zumo de limón, le añadió queso parmesano y se lo ofreció a la condesa, que hizo los honores al plato, fruto de la capacidad de improvisación y el gusto por algunos exponentes de la pintura clásica de un buen cocinero.
El carpaccio figura desde entonces en las cartas de todos los restaurantes del mundo. No sólo se hace de carne, sino también de pescado. Y un restaurante de Dresde (Alemania) lo prepara con patatas.
Anteriormente, el ingenioso Cipriani había creado el cóctel Bellini, que lleva champán y rodajas de durazno. Esta vez se acordó del pintor Giovanni Bellini para darle nombre a la mezcla.
Giovanni Bellini, alumno y colaborador de su padre, Jacopo, fue el gran renovador de la pintura veneciana. En su taller se formaron dos generaciones enteras de artistas. La obra de Giovanni Bellini es muy rica en versiones de su tema predilecto: la Vírgen con el Niño, retratos y retablos.
El Harry’s Bar es patrimonio artístico de Italia y fue honrado por la municipalidad de Venecia. Hemingway fue uno de sus más conspicuos clientes.
© José Luis Alvarez Fermosel
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