viernes, 20 de febrero de 2015

Por la acera de Balvanera



Leo en la revista “Argentine” una nota de Viviana Coman titulada “Volver a la calesita”, con un recuadro de Carlos Manuel Couto. Ambos hablan con prosa enternecida de ese antaño sonoro y policromo jalón de la ciudad, que apenas gira ya ronca, rota, casi loca en algún barrio extra muros de la febril City porteña. 
El otro día vi desde un taxi una calesita en la Plaza Primero de Mayo, entre las calles Alsina y Pasco, aquí, en Buenos Aires.
El alegre "tiovivo" -como se le llama en España-, con sus caballos y cochecitos multicolores, que giraban lentamente al son de una agridulce musiquilla verbenera, fue acarreada en principio, como el organito, por un caballo: un jamelgo flaco y oscuro, eternamente cansino.
Luego adoptó la corriente eléctrica para impulsar ese dar vueltas y vueltas en pos de una sortija que, si se conseguía, daba derecho a una vuelta más.
La calesita le imprimía "clima" al paisaje yerto y desolador del mísero arrabal. Tangueros tan ilustres como Cátulo Castillo y Mariano Mores le pusieron letra y un compás de dos por cuatro:
"Grita la calesita/su larga cita/maleva.../Cita que por la acera/de Balvanera/nos lleva. Vamos de nuevo, amiga/para vos bailando...Vamos que en su rutina/la vieja esquina/me está llorando…/Vamos que nos espera/con tu/pollera marchita/esta canción que rueda/la calesita...".
Y aquello otro de “Carancanfú… vuelvo a bailar/y al recordar una sentada/ de tu enagua almidonada/ te grito ¡Carancanfú!.../y al taconear/y la “lustrada”/ cuando a tu lado, tirado/ tuve mi corazón...
Pasaba el tiempo, barrendero de ilusiones. La calesita se modernizaba. Automóviles aerodinámicos, “jeeps", "Sputniks", "Apolos" y “Challengers” fueron sustituyendo a los unicornios, cisnes, carrozas y diligencias. Nuevos ritmos, casi todos trepidantes desplazaron a los "fox trot", los pasodobles y los tangos de la "guardia vieja".
"Las vueltas que da la vida", de las que tanto hablan los… "mayores", se diluían en las vueltas de la calesita en una sordina poética, en un tempo que parecía eternizarse y tenía ya la pátina amarillenta de la nostalgia en su corazón azul...
La calesita estaba allí, con su cúpula escarlata, barroca de orlas y grecas de colores violentos, sus "breaks" pintados con purpurina, móvil la basta madera deslucida de su suelo tachonado de clavos toscos, goteando música, girando y girando bajo el cielo turquí…
Un día, de pronto, como tantas otras cosas, desapareció la calesita de la ciudad. 
Ahora los niños hablan de emoticones, “web mail”, navegación, “chat”, video llamada, cámaras de 1.3Mp, reproductores de MP3, “Bluetooth”, memoria de 512Mb, auricular stereo, cable USB, “home theatre” con “play station”…
Permítasenos una coda melancólica, con ritmo de “blues”, sostenida por los versos de González Tuñón: 
"La calesita en el baldío,/la calesita está con frío./Frío, frío./Los últimos pibes se fueron./La música también ha callado,/dejando en el aire un temblor/como cuando se muere un pájaro...".

© José Luis Alvarez Fermosel

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