jueves, 5 de diciembre de 2013

Traductores


Encuentro unos cuantos libros en un rincón de la biblioteca que creía que se habían perdido en la mundanza.
Casi todos son novelas y relatos policiales, de aventuras y alguno que otro de espionaje, escritos por Bret Harte, Hermann Melville, Jack London y otros más cerca en el tiempo, como Graham Greene, Simenon, Larry Collins, John Le Carré…
Abro algunos, los hojeo y encuentro anotaciones hechas por mí en los márgenes la última vez que los leí.
Son correcciones a errores de traducción, o lisa y llanamente a malas traducciones. Vaya el primer ejemplo: Sus palabras estaban diseñadas para comunicar valor a sus mariscales… Quizás hubiera sido mejor decir: Sus palabras estaban destinadas a infundir valor a sus mariscales.
En otro libro se lee: Viejo Oporto rancio por vino de Oporto añejo.
Abundan las cacofonías y los hiatos, como pequeña peña o una enmarañada tela de araña. Choque de eñes.
Y palabras, expresiones y nombres extranjeros mal escritos, como “leit motif por “leit motiv”, y Van Dike. El verdadero apellido del gran pintor flamenco es Van Dyck –que, entre paréntesis, creó la moda que se conserva hasta ahora de usar bigote y perilla, o “chivita”, en vez de barba completa-.
Un ingeniero eléctrico es en realidad un ingeniero electrónico, alférez no es un título, sino un grado militar y un desagüe no se emboza, sino que se atasca, se atranca, se tapa o se obstruye.

Confesión

Confesionario y no confesonario.
El agente estaba detrás mío. Se dice el agente estaba detrás de mí.
Con los dientes, descorchó una botella de Chambolle Mussigny. ¡Dios mío, qué dentadura!
Maquillista para mí es maquillador. Pero vaya uno a saber si la Real Academia Española, que tanto y tan bien contribuye a la confusión general, habrá adoptado ese término.
Como siempre, casi todos los traductores de novelas policíacas, por no decir todos confunden revólver con pistola –¡qué increible!- y degradan a Maigret llamándole inspector, cuando es comisario
Hay traductores muy buenos, como Josefina Delgado, Giménez Jr., Julio Gómez de la Serna, Torrente Malvido, López Pacheco, Fernández de Castro, Sánchez Dragó, Ernest Jordá…
Otros, en cambio, son bastante chapuceros, perdón. Lo más raro es que, al parecer, cuando terminan sus traducciones nadie les echa un vistazo final para ver si hay algún error. Dan por sentado que todo ha de estar bien. Y hacen mal, porque ya se sabe que errar es humano.
Escribir bien no es difícil, ni fácil. Sencillamente, hay que saber. Hoy en día se escribe mucho y muy mal.
Habría que quedarse más tiempo en casa, leyendo, estudiando y aprendiendo. Ya lo dijo Pascal: “La mayoría de los problemas que se les plantean a los hombres es por no quedarse solos y tranquilos en sus casas”.

© José Luis Alvarez Fermosel

Notas relacionadas:

No hay comentarios: