sábado, 22 de marzo de 2014

Otra vez Malaparte



Acaba de aparecer en estos días una nueva edición de Diario de un extranjero en París del escritor italiano Curzio Malaparte, que cubre los años 1947 y 1948 de la apasionante vida del autor y es “un diario, una crónica, un relato, un recuerdo, una historia…”, como el mismo Malaparte dice en un esbozo de prólogo. El libro está editado por Tusquets en su colección Andanzas, mide 23 por 15 centímetros y tiene 250 páginas. No le faltan la característica brillantez y amenidad presentes en todas las obras de Curzio Malaparte.
Curzio Malaparte se llamaba en realidad Kurt Suckert. El nombre exótico y duro de Kurt, que es, como Erik, el nombre de una deidad vikinga, constituyó la primera sorpresa, y la primera dificultad que Malaparte causó inconscientemente a los pratenses, o habitantes de Prato, la ciudad de la Toscana itálica donde nació el escritor, el 9 de junio de 1898, de madre italiana -lombarda, por más señas-, Evelina Perelli, una mujer de extraordinaria belleza, y de Erwin Suckert, un aventurero alemán de Sajonia que después de haber vagabundeado por toda Europa, tratando de vender una receta de su invención para teñir telas, se estableció en Prato.
Curte, o Curtino, como se llamó enseguida a Malaparte mantuvo con su padre una relación tormentosa. Durante los últimos años de su vida, el viejo Suckert vivió en la casa de su hijo, en el Forte dei Marmi. Rondaba por allí como un fantasma, fuerte aún, testarudo, irascible, caprichoso. Murió en el Hospital de Viareggio a los 90 años, cuando su hijo, recién regresado de China, estaba internado en una clínica de Roma, gravemente enfermo. La madre de Malaparte había muerto mucho antes, todavía joven.
Malaparte fue un niño inquieto, imaginativo, amante de los perros -Febo y León fueron los primeros que tuvo-, a quien gustaba mucho andar en bicicleta. Se educó en el prestigioso Colegio Cicognini.
En su adolescencia faltan las mujeres, lo cual no es un hecho casual. Como recuerda Franco Vegliani en su libro Malaparte, en toda la agitada vida del escritor toscano las mujeres ocuparon un segundo plano. Aparecieron siempre en escena “después de él”.
En 1911, a los 13 años, entró a formar parte de la sección juvenil del partido republicano, y cuando más tarde estalló la Primera Guerra Mundial, en la que combatió con gran valor, ya había fundado con Otello Mari y otros amigos íntimos el primer grupo de ideas nacionalistas.
Cuando las divisiones alemanas traspasaron la frontera belga, los muchachos nacionalistas se convirtieron en intervencionistas.


Siempre se habló del Malaparte escritor, del autor de Kaputt y La piel. Kaputt es la novela testimonial de la Europa desangrada en la Segunda Guerra Mundial que su autor recorrió como oficial de una unidad alpina y periodista. La piel  recrea la liberación de Napóles por las tropas norteamericanas y plantea el enfrentamiento entre un mundo caduco y pobre y un mundo nuevo y rico.
Malaparte empezó a escribir a los 15 años en un diario humorístico fundado por él y del cual era director y redactor. Se llamaba II Bacchino, como una fuente que hay en la plaza principal de Prato, que lleva como ornamento una pequeña efigie de Baco. Era un diario polémico, de sátira ciudadana. Malaparte tuvo después muchas oportunidades de seguir satirizando en los periódicos.
El 20 de setiembre de 1921 se inscribió en el fascio de Florencia.  En 1924 el partido le hizo fundar el semanario La Conquista dello Stato, y poco después pudo remontar la casa editorial de La Voce, que estaba al borde de la ruina. Al llevarlo de Florencia a Roma, el periódico se cerró. Un año más tarde Kurt Suckert se convirtió oficialmente para el periodismo y la literatura en Curzio Malaparte, por decreto en el que se le concedía el cambio de apellido.
En 1929 Malaparte dirigía La Stampa de Turín. Colaboró después regularmente en el Corriere della Sera. De la correspondencia enviada a ese periódico desde los frentes orientales y septentrionales, en los que se luchaba contra la Rusia soviética, surgió más tarde su libro El Volga nace en Europa. En Tempo creó la sección Battibecco, que significa discusión, murmuración.
Malaparte fue un periodista hábil, polémico, escandaloso. Sufrió injustamente la cárcel y el destierro por haberse enemistado con Mussolini, que nunca le perdonó que el escritor le dijera una vez que tenía muy mal gusto para elegir las corbatas. ¡Absurdas veleidades de los tiranos!

El escritor

Curzio Malaparte pasó a la historia de la literatura fundamentalmente por Kaputt y La piel. (De esta última se hizo una película que pasó sin pena ni gloria; Marcello Mastroianni encarnó a Malaparte y también integraron el reparto Liliana Cavani, Burt Lancaster y Claudia Cardinale.)
Mamma marcio fue otra de sus grandes obras. El título, literalmente traducido del italiano, es Madre podrida, pero se prefirió la adopción de Madre marchita, que suena mejor. Es un libro pesimista, que revela la desesperación de su autor por la podredumbre, o la marchitez de Europa. Malaparte hace, además, una radiografía del hombre, criatura despreciable, tanto más despreciable cuanto más poder acumula. Kaputt, La piel y Madre marchita constituyen una trilogía de amargura y desengaño: “(…) la crónica desgarrada de la agonía de Europa”, señaló el crítico español Miguel García Posada.
Otro libro de Malaparte que hizo mucho ruido, sobre todo en el extranjero, fue Técnica del golpe de Estado, publicado en francés. De Sodoma y Gomorra, un compendio de relatos, se dijo que “como trompetas de Jericó resuenan en el corazón del lector las palabras de este escritor que llevó consigo el escándalo, pero que hoy se perfila como uno de los más puros artífices de la moderna literatura  italiana”.
García Posada recuerda que el “aparat” de la cultura italiana -Calvino, Einaudi, Vittorini, etc.- vio siempre con malos ojos a este arrepentido del comunismo y del fascismo, al que consideraron un burgués extravagante y en el fondo decadente. La Historia de la literatura italiana (Cátedra, Madrid, 1990) le dedica siete líneas y le considera “un representante típico de cierto aretinismo”, lo que equivale a decir un escritor escandaloso. Para García Posada esto es cierto: Malaparte fue escandaloso, “(...) pero el siglo ha sido, todo él, un escándalo permanente”.
Obras de Malaparte fueron El sol es ciego, Malditos toscanos y Evasiones de la cárcel. En 1954 dirigió unas representaciones de La fanciulla del West para la temporada del Mayo Musical de Florencia. Antes había decidido probar suerte en el teatro. Preparó dos obras Du coté de chez Proust, que representó en el teatro de la Michodiére la compañía de Ivonne Printemps y de Fresnay y Das Kapital. Las dos fueron estrenadas en otoño de 1948. La primera pasó casi inadvertida. La premiére de Das Kapital fue un desastre. Tres años después, Malaparte incursionó en el cine con Cristo prohibido. La película tuvo más éxito en el extranjero que en Italia. En Francia se habló de ella como de una obra maestra. Malaparte lo hizo todo: sinopsis, escenografía, dirección y revisión de la parte musical.

Apasionado y valiente

Curzio Malaparte fue un hombre apasionado y valiente, cuya vida se ajustó al lema de Nietszche: “Vive peligrosamente”..
Adriano Lami estuvo con él en Francia en el bosque de Courton, en Bligny, el 16 de julio de 1918, cuando el 52 de Infantería resistió el terrible ataque alemán que causó más de tres mil muertos. “En aquellos tiempos, el teniente Suckert no era ya la pesadilla de sus jefes porque le había sido confiada una sección de lanzallamas de asalto, que dependía directamente del mando de la brigada” -recuerda Lami-. Haciendo avanzar de un modo por demás temerario a un pequeño grupo de hombres, Malaparte llegó a la cumbre de la colina de Bligny y liberó las unidades italianas. Aquel día se ganó una condecoración; resultó herido y el gas de iperita lesionó sus pulmones.
Por Adriano Lami sabemos el nombre de una de las primeras mujeres de Malaparte: Stella di Sernet, bailarina de un club nocturno parisiense. Fue ese un encuentro ocasional, un amor de vía muerta.
Roberta Masier conoció a Malaparte cuando éste ya era famoso, aunque no siempre, ni para todos, de buena fama. El romance fue largo y complicado. Malaparte se batió a duelo con el hermano de Roberta y le hirió levemente en un brazo. Este no fue el único duelo del escritor, que se batió diecisiete veces, una de ellas con un teniente de ulanos apellidado Buterliskj. También en esa oportunidad Malaparte resultó vencedor. Hirió al polaco en un hombro, en el tercer asalto. El duelo, que era a primera sangre, fue interrumpido. Los adversarios se reconciliaron. Y desde ese momento, el teniente Buterliskj fue el mejor amigo que Malaparte tuvo en Varsovia, donde estuvo como agregado cultural a la embajada de Italia.
Otra mujer que tuvo mucho que ver en la agitada vida sentimental de Malaparte fue la Flaminia que cita en un capítulo de su libro Evasiones de la cárcel. Lavinia sustituyó a Flaminia, que era viuda. Malaparte estuvo a punto de casarse con ella en 1937. Pero al final el matrimonio no se produjo. Lavinia murió algunos años después en un accidente de automóvil en la Vía Aurelia de Roma. La norteamericana de nacionalidad y danesa de origen Jane Sweigard, que era campeona de natación, tuvo con Malaparte un breve y apasionado idilio, que concluyó trágicamente. Jane se suicidó ingiriendo el contenido de dos tubos de somníferos e internándose después en el mar.

Viajero impenitente

Curzio Malaparte fue un viajero impenitente que recorrió vanos países de Europa, América, Africa y Asia. En Africa Oriental comenzó su carrera de enviado especial. En Chile fue seducido por la leyenda de “Pacha Pulai”, la Sanghri-La de los Andes chilenos. Malaparte se trajo de Chile otra mujer, Rebecca, quien estuvo a su lado como esposa casi dos años. El escritor recorrió con ella Italia y Europa y pasó una larga temporada en Baden-Baden y en la Selva Negra. Para irse con él, Rebecca huyó de Santiago abandonando a su marido y  su familia y despreciando una holgada situación económica.
Malaparte emprendió su último viaje el 12 de octubre de 1956. Fue a Rusia y de allí pasó a China, donde lo invadió la cruel enfermedad que habría de costarle la vida.
De ardiente imaginación, temperamental como buen italiano, altivo, valiente, soportó con dignidad y entereza una larga y cruel agonía. La guerra, la tragedia, la sangre -Sangre es el título de uno de sus libros-, los amores turbulentos, los éxitos espectaculares y los grandes fracasos, el destierro y la cárcel le marcaron a fuego. Fue escandaloso –eso se resaltó siempre-, pero no puede dejar de reconocérsele, como hombre y como escritor, valores muy positivos.
Excepcional testigo de su tiempo, retrató con fulgurante expresividad, a su modo caótico y reporteril, la dura realidad de una época compleja y difícil. Saturado de pathos y de drama, fue otro periodista que, sin dejar nunca el  periodismo, ni a tiempo -como preconizaba Hemingway- ni a destiempo, pasó a la literatura con honores, donde está inscripto su nombre con tantos o más merecimientos que  muchos de sus compatriotas y coetáneos, algunos de los cuales se quedaron en el artificio y el preciosismo. Malaparte escribió como vivió, utilizando la pluma como una espada. Vivió sus guerras y  las de otros, en las que quiso estar para contarlas después con conocimiento de causa. Cuando la paz no parecía empezar nunca. La paz que a él se le negó.

© José Luis Alvarez Fermosel

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