viernes, 13 de junio de 2014

Llegó la hora de pensar



Los estadounidenses han declarado la guerra al estrés. Este mal ya no es privativo de altos cargos. También afecta a la mayoría de los miembros de la sociedad, incluidos los más cercanos a la base.
No por mucho trabajar se trabaja mejor. La práctica dosificada del ocio -el ocio inteligente que preconizaban los antiguos romanos- aumenta, o al menos mejora la productividad.
Nuestros poderosos vecinos del Norte y otros no tan poderosos, incluso de este hemisferio, estiman que la adicción al trabajo y su consecuencia más inmediata, el estrés, es diametralmente opuesta al “thinking time”. De ahí vienen los “think tanks”, algo así como laboratorios de ideas.
También están los encuentros de pensamiento, muy frecuentes entre los políticos, pero de esos suele salirse con la cabeza caliente y los pies fríos.
Hay que pensar, en soledad o en comandita. Se necesita disponer de tiempo para pensar, incluso para recordar. Aunque a veces sea melancólico tener bellos recuerdos, transformados en un presente que no lo es tanto, en otras ocasiones puede olvidarse –aunque sólo sea por poco tiempo- el triste hoy gracias al esplendoroso ayer.
No hay que desechar la práctica de la agradable ocupación de no hacer nada que recomendaba entusiásticamente Plinio el Viejo. La sobrecarga de trabajo y la consiguiente falta de tiempo producen altos niveles de estrés que repercuten negativamente en el rendimiento laboral y en cualquier otro.
El estrés, como se sabe, es una situación anímica provocada por cualquier influencia que altere la sensación de bienestar físico y mental. Todo el mundo puede experimentarlo como reacción a una amplia gama de estímulos físicos y emocionales que se denominan agente estresantes.
Así que hay que preocuparse por la calidad de vida, de la que se habla mucho pero que parece no interesarle demasiado a nadie. Y es una pena, porque implica, entre otros beneficios, tranquilidad y relax, considerados de suma importancia y a los que está retornándose como a un bien trascendental que algunas multinacionales de origen estadounidense comenzaron ya a querer rentabilizar.

© José Luis Alvarez Fermosel

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