domingo, 22 de junio de 2014

Vencer no es humillar



Retorna el verbo humillar a la crónica en este mundial de fútbol de 2014; y la tizna, la ensucia.
El verbo en cuestión se conjuga en la radio, la televisión, aparece impreso en los medios gráficos y va y viene por las redes sociales: tal equipo humilló a tal otro. Le metió tantos goles.
Los cronistas deportivos, o de fútbol, o muchos de ellos entienden que vencer es lo mismo que humillar.
No es así. Un partido de fútbol, un combate de boxeo o cualquier otro enfrentamiento –no confrontación, que no es lo mismo- es una justa deportiva y en ella tiene que imperar la caballerosidad.
El ganador humilla al perdedor cuando le hace de menos, o le echa en cara de mala manera su derrota, o le insulta. No cuando le gana en buena ley y como mandan los cánones, que es lo que hay que hacer.  
El que triunfa ha de ser amable con el que pierde, y éste debe aceptar su descalabro y ser el primero en felicitar al ganador. Unas veces se gana y otras se pierde. Los españoles tienen un dicho: En la mesa y en el juego se conoce al caballero. El juego en este caso es el fútbol.

La “primer” vez

Quizás utilizan el verbo humillar tan erróneamente –o con tanta y tan injustificada prepotencia- los mismos que confunden el (artículo) editorial con “la” (empresa) editorial, o que dicen “primer” vez por primera vez, “hace quince días atrás”, en lugar de hace quince días, o quince días atrás, o “si tendria”, en vez de si tuviera, o “imprimir” las medallas del Mundial, en lugar de acuñarlas en la Casa de Moneda, y no en “La Casa de la Moneda”, o se comen las eses o dicen  “mu” por muy, o “toos” por todos.
Todo esto y otras cosas más por el estilo las oímos a diario a presentadores y reporteros de radio y televisión, por no hablar de encumbrados políticos, que también hacen su aporte. Uno de estos dijo el otro día, sin ir más lejos, “desdicieron”, en lugar de desdijeron.
María Elena Walsh dijo textualmente en su delicioso libro “Diario Brujo” que “los pobres –hoy llamados carecientes porque el eufemismo es el oropel de la hipocresía, digamos mejor los desposeídos- suelen ser modelos de corrección, saben muy bien lo que quieren comunicar y todo el mundo los entiende. Muchos son provincianos o de diversos países hispanohablantes, otros disfrutaron de una excelente enseñanza primaria”: el buen colegio, al que nos referimos con frecuencia.
La gran escritora, compositora y cantante argentina atribuía el “desmadre lingüístico” a gente relativamente educada, en general de clase media.
Y calificaba de predadores de la sociedad civilizada a los “intelectuales” que hablan como loros con un escaso vocabulario, pronuncian mal infinidad de palabras, introducen barbarismos, se saltan a la torera normas de concordancia y cometen otros muchos y gruesos errores que se incrustan en el habla y la escritura y se ponen de moda, por el boca a oreja.

© José Luis Alvarez Fermosel

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