jueves, 12 de marzo de 2009

Golpe de champán

Tal como están las cosas, estoy casi seguro de que esta misma tarde –si la tarde sigue tan fea-, me voy a dar un buen golpe de champán.
- ¿Cómo dice usted, qué es eso de un golpe de champán?
- Hombre, ¿no hay golpes de suerte, golpes de mano, golpes de furca, golpes de aire –que le dejan a uno el cuello dolorido por varios días-, golpes de tos, golpes de timón, golpes de vista, golpes de efecto y hasta golpes de Estado, que suelen ser los peores? ¿Por qué no habría de haber golpes de champán?
- ¡Qué exhaustivo, qué ilimitado, qué tremendista es usted! Decían de Camilo José Cela… ¡Un educando de los padres franciscanos, al lado suyo!
- Pues aunque a usted no le parezca, yo soy un hombre sensato, prudente, morigerado…
- ¡Vamos, eso no se lo cree ni usted! Pero, a lo que íbamos: ¿qué diablos es un golpe de champán?
- Es muy sencillo, verá usted. Uno, de pronto, siente una irresistible necesidad de tomarse una copa de champán. De ahí que haya que tener siempre una botella puesta a enfriar y, cuando hay que darse el golpe, abrirla rápida y silenciosamente –como mandan los cánones- y beberse la primera copa con una medida premura y una delectación sin límites.
- Pero, lo del golpe…
- Lo del golpe es por el deseo, la urgencia, el impulso de beberse una copa de champán –de buena marca, por supuesto-, sin que uno lo haya pensado unos minutos antes, sin que el (magnífico) hecho responda a algo racional, ni…filosófico, sino más bien metafísico.
- Ah, vamos, ya entiendo. Lo suyo es adicción.
- ¡No, señor, no entiende usted nada, perdóneme que se lo diga! Puedo estar semanas, meses, años –bueno, tampoco hay que exagerar…-, puedo estar mucho tiempo sin tomar una copa de nada; pero de tanto en tanto, siento que puedo, es más, que tengo que atizarme un champañazo.
- Bueno, bueno, es usted muy dueño de darse los golpes que quiera -¡con los golpes que da la vida…!-. Pero de ahí a sostener que un champañazo, como usted dice, es algo metafísico, me parece demasiado, la verdad.
- Usted, que ha leído a Heidegger, quizás el último gran metafísico europeo, tendría que entenderlo. La metafísica trata el ser en cuanto tal, y sus causas primeras.
- ¿Y el golpe de champán es una causa primera?
- Primera, primaria, principal y primordial.
- Me abruma usted.
- ¡Venga hombre, no se ponga usted así, que no es para tanto! ¡Fíjese cómo está el tiempo: hay niebla, está empezando a hacer frío, va a llover…! En otro orden, hay recesión, hay… ¡Pero no hablemos más, no echemos leña al fuego! No tengo ganas de hacer nada, ni siquiera de abrir una botella de champán -¡cómo estará mi cuerpo serrano…!- Vayámonos al bar del Palace y démonos, ambos, sendos golpes de champán: Bollinger Brut, cuatro estrellas. ¿Qué le parece?
- “Pas mal, pas mal, mon vieux…”, pero yo invito.
- Eso ya se verá.
- Bien, pero hagamos al menos un brindis por Martín Heidegger.
- ¡Pues, hombre, no faltaría más!



© José Luis Alvarez Fermosel

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Caballero: Cualquier día de estos lo invito con un golpe de champán. Mi mujer adora el champán y me pregunta si mientras se lo bebe se le puede dar leña al mono, ya que es de goma. ¿Es así? ¡Pues no faltaría más! Felicitaciones y un abrazo. Horacio.

Anónimo dijo...

Horacio: efectivamente, ¡pues no faltaría más...! Invitación aceptada y para tu mujer, que se ve que tiene muy buen gusto, pues le gusta el champán y te eligió a ti como marido, desde luego que le puede dar leña al mono, ya que es de goma, como tú recuerdas. Fuerte abrazo.