El dry martini, o martini seco removido pero no batido; el vodka martini “shaken, never stirred” de James Bond, el inefable agente 007, es muy sano.
Un estudio realizado por la Universidad de Western Ontario demuestra que el tan reconfortante cóctel, sacudido, refuerza sus propiedades antioxidantes, de modo que su ingesta reduce los riesgos de contraer enfermedades cardiovasculares y ataques cerebrales. Así nos hemos enterado por un cable transmitido por J. C. Gumucio desde Londres.
Pero hay más; esta conclusión a la que ha llegado el equipo científico del profesor canadiense Colin Trevihik, de la citada Universidad de Western Ontario, sugiere que el padre de Bond, el escritor británico Ian Fleming (1), no sólo sabía escribir buenas novelas de espionaje -algunas de ellas estaban siempre en la mesilla de noche de John F. Kennedy-, sino también beber con gusto y eludir la resaca.
Según la revista British Medical Journal, que publica la tesis de Trevihik, los científicos mezclaron dos partes de vodka y una de vermú seco, a fin de averiguar si la preparación del combinado influía en su composición antioxidante.
El líquido fue metido dentro de botellas y agitado durante algún tiempo. Los científicos añadieron, además, una preparación especial de peróxido de hidrógeno, que se detecta con mucha facilidad por su fluorescencia.
El nivel de luminosidad que marca el daño que puede producir esa mezcla alcohólica en el organismo humano -a luminosidad más intensa, menos peligro- fue menor en el martini preparado en coctelera, o sea, batido.
Se ha tardado casi cuarente años en llegar a esta conclusión referente a los martinis de James Bond (2). Pero al fin se confirmó que el agente, es decir, su creador, tenía razón. Y quienes dicen que estas cosas son una frivolidad, no van a tener ahora más remedio que callarse la boca.
Así que ya lo saben: martini con vodka o con ginebra, pero agitado y no batido, porque sacudido, el hielo se rompe en pedazos más pequeños y el frío se reparte de modo más uniforme y rápido por la copa. Parece ser que así lo tomaba Ian Fleming.
El martini seco se hace mezclando dos medidas de ginebra con media de vermú blanco seco. Se añade una aceituna verde rellena de pimiento rojo, almendras o anchoas, o en el peor de los casos sin hueso y sin ningún aditamento. Algunos le ponen dos.
El martini no recibió el nombre del vermú de Alessandro Martini y Luigi Rossi, porque la firma Martini y Rossi de ambos no hacía más que vermú rojo dulce en la fecha (1863) en que surgió el cóctel dry martini, que lleva vermú blanco seco, repetimos. El nombre procede, en todo caso, de Alessandro Martini.
Los buenos bebedores de este cóctel abogan por una mezcla a base de la mayor cantidad posible de ginebra y la menor de vermú.
Tal vez la fórmula ideal sea la de Winston Churchill, que consiste en colocar la botella de vermú –sin destaparla siquiera- de forma que uno pueda contemplarla mientras llena una copa triangular de cristal -no de vidrio- con una buena ginebra helada. Lo de la aceituna es opcional.
Un estudio realizado por la Universidad de Western Ontario demuestra que el tan reconfortante cóctel, sacudido, refuerza sus propiedades antioxidantes, de modo que su ingesta reduce los riesgos de contraer enfermedades cardiovasculares y ataques cerebrales. Así nos hemos enterado por un cable transmitido por J. C. Gumucio desde Londres.
Pero hay más; esta conclusión a la que ha llegado el equipo científico del profesor canadiense Colin Trevihik, de la citada Universidad de Western Ontario, sugiere que el padre de Bond, el escritor británico Ian Fleming (1), no sólo sabía escribir buenas novelas de espionaje -algunas de ellas estaban siempre en la mesilla de noche de John F. Kennedy-, sino también beber con gusto y eludir la resaca.
Según la revista British Medical Journal, que publica la tesis de Trevihik, los científicos mezclaron dos partes de vodka y una de vermú seco, a fin de averiguar si la preparación del combinado influía en su composición antioxidante.
El líquido fue metido dentro de botellas y agitado durante algún tiempo. Los científicos añadieron, además, una preparación especial de peróxido de hidrógeno, que se detecta con mucha facilidad por su fluorescencia.
El nivel de luminosidad que marca el daño que puede producir esa mezcla alcohólica en el organismo humano -a luminosidad más intensa, menos peligro- fue menor en el martini preparado en coctelera, o sea, batido.
Se ha tardado casi cuarente años en llegar a esta conclusión referente a los martinis de James Bond (2). Pero al fin se confirmó que el agente, es decir, su creador, tenía razón. Y quienes dicen que estas cosas son una frivolidad, no van a tener ahora más remedio que callarse la boca.
Así que ya lo saben: martini con vodka o con ginebra, pero agitado y no batido, porque sacudido, el hielo se rompe en pedazos más pequeños y el frío se reparte de modo más uniforme y rápido por la copa. Parece ser que así lo tomaba Ian Fleming.
El martini seco se hace mezclando dos medidas de ginebra con media de vermú blanco seco. Se añade una aceituna verde rellena de pimiento rojo, almendras o anchoas, o en el peor de los casos sin hueso y sin ningún aditamento. Algunos le ponen dos.
El martini no recibió el nombre del vermú de Alessandro Martini y Luigi Rossi, porque la firma Martini y Rossi de ambos no hacía más que vermú rojo dulce en la fecha (1863) en que surgió el cóctel dry martini, que lleva vermú blanco seco, repetimos. El nombre procede, en todo caso, de Alessandro Martini.
Los buenos bebedores de este cóctel abogan por una mezcla a base de la mayor cantidad posible de ginebra y la menor de vermú.
Tal vez la fórmula ideal sea la de Winston Churchill, que consiste en colocar la botella de vermú –sin destaparla siquiera- de forma que uno pueda contemplarla mientras llena una copa triangular de cristal -no de vidrio- con una buena ginebra helada. Lo de la aceituna es opcional.
(1) El interesante libro “El archivo Philby”, de Genrikh Borovik y Phillip Knightley, editado por Vergara, nombra a Ian Fleming, que trabajó durante algún tiempo con el agente del KGB –infiltrado en el Servicio Secreto británico- Kim Philby, quizás el mejor agente de la Guerra Fría –Richard Sorge también batió el cobre, durante la Segunda Guerra Mundial-. Philby llegó a ser jefe de la Sección 9 del Servicio de Inteligencia inglés y miembro del Comité Conjunto de Inteligencia, formado por representantes del SIS (Servicio Secreto inglés), el MI 5 y el Foreing Office, el Ejército y la Marina. Según la versión de Kim, el MI 5 y el Foreing Office estaban compuestos por personas razonables, informadas y comprensivas, pero los hombres del Ejército y la Marina estaban completamente locos. Uno de esos locos era Ian Fleming. Según Philby, el creador de James Bond estaba dominado por pasiones “salvajes”. Fleming tenía mucho éxito con las mujeres pero, a juicio de Philby, su imaginación en esa esfera superaba de lejos a la realidad. Encontró una válvula para sus pasiones y volcó todas sus fantasías acerca de los superhombres, las armas de fuego y los automóviles sobre los hombros de James Bond.
(2) Bond es un sibarita, ya se sabe; pero también es un hombre práctico. Su creador, Ian Fleming, dice lo siguiente de su personaje: “Cuando M le sirvió tres dedos de vodka helado, Bond tomó una pulgarada de pimienta negra y la echó en el líquido. La pimienta fue asentándose lentamente en el fondo de la copa y Bond quitó con la punta de un dedo los pocos granos que quedaron en la superficie. Luego, bebió de un sorbo el contenido de la copa, que con las heces de pimienta en el fondo, dejó sobre la mesa. M le dirigió una mirada de interrogación, más bien irónica. ‘Es un ardid que me enseñaron los rusos cuando ustedes me enviaron como agregado a la Embajada en Moscú’ –se excusó Bond-. ‘A menudo hay mucho alcohol amílico en la superficie de este brebaje..., o por lo menos solía haberlo cuando no estaba bien destilado. Es venenoso. En Rusia, donde se bebe en abundancia y no siempre el vodka es de buena calidad, se acostumbra a echar pimienta en las copas. Así, el alcohol amílico se deposita en el fondo.”
© José Luis Alvarez Fermosel
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